En la misa exequial de Mn. Albert Castilla

Homilía en la misa exequial en sufragio de Mn. Albert Castilla Miralles.

Residencia San José Oriol, 23 de junio de 2015.

Lecturas: 1ª: Sabiduría 3, 1-9; Salmo 22; Ev: Jn 6, 51-58.

Queridos hermanos sacerdotes de la diócesis de Terrassa y de las diócesis hermanas, queridos familiares de Mn. Albert, queridos fieles de diferentes parroquias de nuestra provincia eclesiástica, queridos todos. Quisiera comenzar mis palabras leyendo el encabezamiento del testamento de Mn. Albert. Es sencillo pero muy profundo y significativo: "Declaro ante Jesús, mi Dios redentor, en quien creo, en quien espero ya quien amo y quiero servir toda mi vida. Que quiero creer en Él de todo corazón. Que Dios me llamó al sacerdocio, que he procurado vivir toda mi vida fiel a mi vocación y he intentado ser fiel a mis promesas de obediencia, castidad y de vivir sencillamente ... ".

Estas palabras, escritas con la solemnidad de quien ve como se acerca el encuentro definitivo con el Señor, son un buen recapitulación de la vida, el trabajo y la espiritualidad de nuestro hermano Albert. Una vida iluminada por Cristo, una vida sostenida por la fuerza de la Eucaristía. En el evangelio acabamos de escuchar estas palabras del Señor: "El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el último día". Estas palabras iluminan nuestra fe y sostienen nuestra esperanza en el momento que nos disponemos a despedir con sentimientos de afecto y gratitud a nuestro hermano.

Confesamos que en la Eucaristía participamos misteriosamente en la muerte y resurrección del Señor y creemos firmemente que Dios ha preparado para sus siervos fieles el premio de la vida que no tendrá fin. Esta es la fe que guió la larga y fecunda existencia sacerdotal de padre Albert. Con esta fe celebró la Santa Misa, buscando en la Eucaristía la referencia constante de su itinerario espiritual; con esta fe encontró la fuerza para ejercer su ministerio en la viña del Señor.

Congregados en torno al altar, rogamos para que nuestro hermano vea cara a cara en Jesucristo, su Señor, al que en la tierra se esforzó por servir con fidelidad y amor. En este momento resuenan en nuestro corazón las palabras del apóstol san Juan: "En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos" (1 Jn 3, 16). Estas palabras son con una síntesis de la vida y el ministerio sacerdotal de nuestro hermano, según su testamento espiritual.

Había nacido en la ciudad de Barcelona el 27 de septiembre de 1926. Ingresó en el Seminario y recibió la ordenación sacerdotal el 18 de septiembre de 1960 en la Basílica de San José Oriol. En 1961 fue destinado como vicario en la parroquia de Nuestra Señora de Fátima y en 1964 en la parroquia de la Virgen del Remedio, ambas en la ciudad de Barcelona. El año 1965 fue enviado como ecónomo en la parroquia de San Pablo de Badalona, ​​y en 1980 como ecónomo y luego rector de la parroquia de San Fernando en Barcelona.

Más adelante, en 1991 fue destinado como adscrito a San Juan de Campins, de donde fue administrador parroquial en 2001, colaborando en ello también en la parroquia de San Martín de Sant Celoni. En 2003 fue nombrado administrador parroquial de Santa María de Vilalba Sasserra y adscrito a las parroquias de Santa María de Cardedeu y Sant Muç de Cànoves. Con la creación de la diócesis de Terrassa el 15 de junio de 2004 quedó incardinado y se jubiló en 2011, pasando a residir en esta Residencia de San José Oriol, donde ha hecho el traspaso a la casa del Padre.

Forma parte de aquella generación de sacerdotes que se formaron justo antes del Concilio Vaticano II, en tiempos del Dr. Modrego, que y ejercieron su ministerio en su aplicación posterior. Tenía un fuerte sentido evangelizador, desde la centralidad de la vida parroquial y litúrgica, desde la oración.

Recordaba mucho la parroquia de San Pablo de Badalona, ​​de la que se consideraba fundador, y especialmente la parroquia de San Fernando de Barcelona. Allí trabajó muchísimo con los scouts y él siempre defendía el método educativo del movimiento scout. Le gustaba recordar los campamentos donde él siempre iba y además del acompañamiento espiritual les ayudaba incluso en la cocina. Ha conservado buenos amigos de aquella época.

Era un hombre de Barcelona y que estuvo en el mundo urbano una buena parte de su ministerio. Descubrió en su vejez el mundo más rural, en el Montseny, y se enamoró. Primero en Campins, donde trabajó para restaurar la iglesia y mantener el sentido de comunidad. Participaba desde su ministerio en la vida del pueblo. Por lo que yo recuerdo en estos últimos años, le gustaba la historia.

También ayudó a Sant Celoni, y más tarde en Cànoves y Cardedeu, y como administrador en Vilalba Saserra. Se gastó y desgastó en el trabajo en estos pueblos. Recuperó procesiones y fiestas (Vía Crucis, Corpus Christi, Semana Santa). Cuando estuvo en la Residencia de ancianos de Vilalba daba un poco de formación con los residentes y los acompañaba espiritualmente. Era un hombre que le gustaba estar entre la gente, ejercer como sacerdote en toda ocasión. Se hacía querer y era entrañable.

Vivió plenamente su sacerdocio, con verdadero sentido de fraternidad sacerdotal. Con su Obispo, al que le tenía profunda estimación. Participó mientras pudo en los actos de vida diocesana, en Barcelona y especialmente en Terrassa. Aún recuerdo la última Misa Crismal, y la comida de hermandad posterior. Siempre estaba listo para ayudar a los compañeros sacerdotes en lo que le pidieran, y si no se le pedía, él lo hacía venir bien para recordar que le podías pedir ayuda. Nunca tenía un no por un compañero, o por encontrarse entre compañeros para convivir, para celebrar, para rezar o para hacer una buena comida. Él pensaba que una cierta vida de comunidad entre los sacerdotes era necesaria.

Ha mantenido una fuerte preocupación por la familia. Cuando murió su hermano menor, se cuidó tanto de la cuñada como de las sobrinas y los sobrino nieto que han venido después. Para la familia ha sido un tío que en algunas ocasiones ha hecho de padre de también. Se ha preocupado por sus siempre. Ha sufrido por ellos también. Y ellos también se han ocupado de él en todo momento. Hasta el final ha luchado, como buen sacerdote, sin perder la esperanza ni en esta vida ni en la futura. Aunque hacía planes para este verano. Era un hombre enérgico y lo ha sido mientras ha podido. Una energía al servicio de Dios y de la Iglesia.

Mientras nos disponemos a despedirlo, las palabras del libro de la Sabiduría que hemos escuchado deben reavivar en nuestro corazón la luz de la confianza en el Dios de la vida: "Las almas de los justos están en las manos de Dios, y ningún tormento no las podrá tocar "(Sb 3, 1). Sí, las almas de los amigos de Dios descansan en la paz de su corazón. Esta certeza nos debe servir de referencia constante para permanecer vigilantes en la oración y para perseverar con humildad y fidelidad en el trabajo al servicio de la Iglesia. Sólo en Dios encuentra descanso del alma del justo; sólo quien confía en él no quedará confundido para siempre.

Mn. Albert esperó la muerte y se preparó para ella con este espíritu y con esta conciencia. Recuerdo que quiso que yo mismo viniera a esta casa para administrarle la unción de los enfermos, e invitó a su familia y algunos curas amigos, y quiso que fuera una celebración solemne, profunda, de despedida y de preparación para la encuentro con el Señor.

Celebramos la Eucaristía por su descanso eterno. La Eucaristía que era el centro de su vida y que celebró a lo largo de 55 años. "El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el último día". Actualizamos el misterio pascual del Señor para la salvación del mundo. Pidamos al Señor que se haya cumplido en él la identificación con Cristo, el que fue consagrado por el bautismo, para la recepción de los otros sacramentos y el que fue configurado para la recepción de la orden sagrado. Que desde la casa del Padre interceda por nosotros en Cristo Buen Pastor ya la dulce Madre porque como familia diocesana caminamos sin miedo, por caminos seguros, siempre por amor del Señor. Descanse en paz.