“Fijos los ojos en Jesús”

Quisiera iniciar este comentario con una anécdota. Un buen cristiano ya entrado en años, periodista y escritor, decía la pasada Navidad a un sacerdote amigo suyo: “Quiero que mi Navidad sea la de Belén, no la de los grandes almacenes”. Ésta es también la intención de este escrito: animaros, como cristianos, a celebrar la Navidad de la fe, no la Navidad del consumismo, que pone todo el sentido de esta fiesta cristiana en el hecho de adquirir, de regalar y de satisfacer todos nuestros deseos.

Durante el Adviento, en estas notas semanales, hemos ido siguiendo el mensaje de la liturgia, intentando aplicarlo a la vida de los cristianos de hoy. En este cuarto domingo la liturgia se centra en la Virgen María, y de forma especial en ella como creyente. La alabanza de Isabel a María: “¡Dichosa tú que has creído!”, es como el centro espiritual de la liturgia de esta última etapa en el camino del Adviento, un camino que nos conduce a la adoración del Niño en el regazo de su Madre. Éste es el punto de llegada de nuestro itinerario de Adviento.

La Virgen María vivió de la manera más perfecta la respuesta a Dios. Con razón, es considerada como modelo del creyente. María, en la fe, acoge el anuncio del ángel y da una respuesta confiada al plan de Dios. Por medio de la fe se confía a Dios sin reservas y se consagra totalmente a la persona y a la obra de su Hijo. María es bienaventurada porque ha creído. Las palabras de Isabel se aplican al momento culminante de la Anunciación –cuando el Verbo del Padre entra en nuestra historia, asumiendo la naturaleza humana en las entrañas virginales de María-, pero también describen todo el camino de la fe de María.

La vida entera de María –que vamos siguiendo con la de Jesús, en el itinerario del año cristiano- nos enseña a asumir los compromisos y las dificultades en el itinerario de la fe. No faltan pruebas y sufrimientos para los creyentes en esta hora. Pero no podemos olvidar que la fe madura en la prueba y en el sufrimiento. La carta a los Hebreos –que también nos ha acompañado en los domingos de este Adviento de 2009-, nos lo recuerda con estas palabras: “Una nube ingente de espectadores nos rodea: por tanto, quitémonos lo que nos estorba y el pecado que nos ata, y corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús” (Hb 12,1-2).

También nosotros, en el momento presente, tanto de forma personal como comunitaria y diocesana, es necesario que tengamos una fe adulta, que como María vivamos una espiritualidad que integre la fe y la vida, y que tengamos fortaleza y decisión a la hora de dar testimonio de nuestra fe en Cristo. Así lo afirmaba en mi carta pastoral del Adviento del año pasado, titulada “Madre de Dios y Madre nuestra”.

Nosotros somos discípulos de Cristo, el Siervo de Yahvé que nos ha redimido por los caminos del amor y la entrega, por los caminos de la compasión para con todos, y de forma especial para con los más débiles y pobres. No podemos seguir el camino de Cristo sin hacer de la actitud y de la práctica de la entrega uno de nuestros fundamentos. Y en esta Navidad de un tiempo de crisis, sin tener una solidaridad activa con nuestros hermanos y hermanas que lo pasan mal. Cáritas nos lo recuerda en este domingo inmediato a la fiesta de Navidad. Una Navidad que deseo, a todos los que me leáis o me escuchéis, que la podáis celebrar “fijos los ojos en Jesús” quien, siendo rico, se hizo pobre por nosotros.

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa