“Testigos de la misericordia de Dios”

      El próximo domingo se celebra el Día del Seminario. En este escrito deseo referirme al lema escogido para este año, que dice así: “Testigos de la misericordia de Dios”. Se ha escogido este lema para unir la jornada del Seminario con el Año Sacerdotal, que el Santo Padre Benedicto XVI ha propuesto a toda la Iglesia con ocasión del 150 aniversario de la muerte de san Juan María Vianney, el santo cura de Ars.

      La gran novedad del mensaje de Nuestro Señor Jesucristo, la gran verdad que nos revela, consiste en que Dios es Padre, Dios es amor, Dios es rico en misericordia. Jesucristo personifica la misericordia. Pasó haciendo el bien, actuando lleno de amor misericordioso ante toda persona necesitada que acudía a él o se cruzaba en su camino. Por otra parte, la misericordia será uno de los ejes principales en su predicación. Así lo encontramos expresado especialmente en las parábolas de la oveja perdida, de la dracma perdida, y sobre todo del hijo pródigo.

      El sacerdote anuncia esta misericordia de Dios y la experimenta cada día en el ejercicio de su ministerio, porque está llamado a vivir centrado enteramente en Cristo, configurado a Él. El sacerdote es testigo de la misericordia de Dios en especial en la administración de los sacramentos, que son como las fuentes de la misericordia de Dios que acompañan al cristiano desde el inicio de su vida en este mundo hasta su mismo final.

      De manera especial, la entrañable bondad de Dios se manifiesta en el sacramento de la Penitencia o Reconciliación. En este sacramento, el sacerdote comprueba cómo el amor de Dios y su perdón convierten al pecador, lo regeneran y le retornan su dignidad, porque el Señor no ha venido al mundo para condenarlo sino para salvarlo.

      El sacerdote debe administrar el sacramento de la Reconciliación  con los mismos sentimientos de Cristo, con sus mismas actitudes, inclinándose con misericordia sobre los hombres y mujeres de nuestro tiempo que necesitan el perdón regenerador de Dios, la expresión de su amor misericordioso, de la misma manera que también lo necesita el sacerdote. Por eso el sacramento de la Penitencia es un tesoro de la Iglesia.    

      El sacerdote, que experimenta la misericordia de Dios en su propia vida, está llamado a ser misericordioso con los demás. De manera especial, en su entrega a los enfermos, a los más pobres y pequeños. Ha de reunir y conducir la comunidad como una familia en la que los más pobres y pequeños, los menos dotados, los más débiles, sientan el calor de la predilección.

      Ya que estamos en el año jubilar sacerdotal centrado en la figura del cura de Ars, es oportuno recordar que la administración del sacramento de la Penitencia fue para él un instrumento privilegiado de renovación, primero de su parroquia y después de irradiación en toda Francia y aun más allá de este país. Termino con un pensamiento del santo cura de Ars relativo al sacerdote y al tema de la misericordia de Dios. Invito a quienes me lean a meditarlo. Dice así: “Un buen pastor, un pastor según el corazón de Dios, es el mayor tesoro que Dios puede otorgar a una parroquia, y uno de los más preciados dones de la misericordia divina”. 

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa