A orillas del Jordán

ESCUDO EPISCOPAL SAIZ

Betania de Transjordania es el enclave bíblico más importante del actyual Reino de Jordania. Se encuentra a nueve kilómetros al norte del Mar Muerto, en la orilla este del río Jordán. Allí se estableció Juan Bautista y allí Jesús fue bautizado. El Señor también oró allí y reunió a sus primeros discípulos. Este lugar ha sido visitado por san Juan Pablo II, por Benedicto XVI y también por el papa Francisco en sus respectivas peregrinaciones a Tierra Santa. De la misma manera, en nuestras peregrinaciones diocesanas a Tierra Santa hemos tenido la ocasión de acercarnos a este santo lugar para renovar nuestra consagración bautismal. Recuerdo la emoción que embargaba a los peregrinos en la Liturgia de la Palabra y especialmente cuando repetíamos el gesto de derramar agua sobre sus cabezas en el mismo río Jordán, en el lugar aproximado en que Jesús recibió aquel bautismo de conversión de manos de Juan.

La figura y el mensaje del Bautista debieron causar un impacto extraordinario en el pueblo de Israel en aquel momento de tanta expectación. Por eso acudía mucha gente de Judea y de Jerusalén, para confesar sus pecados y recibir el bautismo de Juan. El relato de san Marcos nos presenta a Jesús, que llega desde Nazaret de Galilea. De esta manera termina la etapa de su vida oculta y se inaugura su misión a Israel. A través de este gesto se hace solidario de los pecadores aunque él de hecho no necesita purificación alguna. Cuando sale del agua se rasga el cielo y baja el Espíritu sobre él, y resuena desde cielo la voz del Padre celestial que lo proclama como su hijo predilecto y testimonia públicamente su misión salvífica universal. A partir de aquí Jesús comienza su vida pública.

La expresión “rasgarse el cielo” es una imagen simbólica, una manera bíblica de decir que Dios entra en comunicación con el hombre, que se unen el cielo y la tierra; es un signo de intercomunicación con Dios que se realiza en Cristo, porque en su persona se establece la comunicación definitiva entre Dios y el ser humano. El bautismo que Jesús instituye, en el agua y el Espíritu Santo, significa un nuevo nacimiento, una nueva vida. Por el Bautismo somos liberados del pecado y constituidos como hijos de Dios, miembros de Cristo, incorporados a la Iglesia y partícipes de su misión. La vida cristiana comienza en el sacramento del Bautismo. El cristiano recibe en el Bautismo una vocación a la santidad y a la misión, una llamada a vivir plenamente su condición de hijo de Dios y a ser testigo de Jesucristo en el mundo. Por eso, celebrar hoy la fiesta del Bautismo del Señor nos lleva a ser muy conscientes de su sacrificio redentor por el que hemos sido salvados así como del nuestro compromiso de conversión y testimonio, que tenemos que renovar y proclamar.

La santidad es el desarrollo pleno de nuestra realidad de hijos de Dios. Es gracia de Dios, don suyo, vida nueva que nos ofrece continuamente para poder llegar a esa meta. La respuesta por nuestra parte ha de ser de confianza, de deseo, de colaboración, de correspondencia generosa desde nuestra libertad. La misión evangelizadora tiene que propiciar una renovación profunda, una auténtica transformación de cada persona y de toda la humanidad, porque Cristo ha venido para hacer nuevas todas las cosas. Ojalá que nuestro testimonio llegue a “rasgar”, a vencer las dificultades y prejuicios, y transmitiendo la alegría y la belleza de la vida cristiana, ayude a los demás a encontrarse con Dios. Este es mi deseo en la fiesta del Bautismo del Señor.

+ Josep Àngel Saiz Meneses Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa