Remad mar adentro
Actualidad de san Pablo
Ayer celebramos la fiesta de la Conversión del Apóstol san Pablo, y concluía la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. La reflexión de este año, tal como hemos visto, se ha articulado a partir de un episodio de su vida en el cuarto viaje del apóstol, en este caso a Roma. Su figura y su mensaje tienen una gran actualidad en una sociedad tan multicultural y multirreligiosa como es la nuestra.
Recordamos que nació en Tarso, en la actual Turquía, a comienzos de la era cristiana. Era una ciudad de marcado carácter helenístico, que se convirtió en la capital de la provincia romana de Cilicia (66 a C). Pablo era de padres judíos, descendiente de la tribu de Benjamín, y también gozó de la ciudadanía romana. Este contexto vital y social en la confluencia de tres culturas influyó radicalmente en él: de su ciudad de origen recibió el impulso para ir siempre en busca de nuevos horizontes, y de su familia heredó un fuerte sentido de identidad hebrea.
La experiencia del encuentro con Cristo resucitado transformó de modo definitivo su existencia, pasando de ser perseguidor de la fe cristiana a apóstol del Señor Jesús. Fue una experiencia impactante y arrolladora, un acontecimiento que convirtió al antiguo fariseo, observante estricto de la ley, en el apóstol de los gentiles. Cuando se refiere a este hecho en sus cartas, va directamente a lo esencial y habla principalmente de una revelación y una vocación en el encuentro con el Resucitado.
Tiene una conciencia viva de haber sido llamado por el Señor y de haber sido enviado. Acostumbraba a comenzar sus cartas presentándose como apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios. Reconoce de esta manera que es el Señor quien tiene la iniciativa. Esta voluntad de Dios en la llamada concreta se ha de situar en el marco del plan divino de salvación. El apostolado, por consiguiente, no es una tarea meramente humana, sino que brota de la voluntad de Dios y requiere la colaboración de la persona llamada. Por eso la vida del apóstol está constantemente referida al Señor, en quien encuentra su sentido, su fortaleza y la gracia para llevar a cabo la misión encomendada.
El apóstol es un testigo enviado. Testigo es el que ve, el que escucha, el que experimenta. Él ha visto al Señor (cf. 1 Cor 9,1), él ha sido testigo de Cristo resucitado, y responde entregándose totalmente a la tarea confiada: anunciar el evangelio por todo el orbe conocido. Ha recibido una misión que ha de cumplir, poniendo en segundo plano cualquier interés personal. A la vez, su fuerza incontenible radica en la plena conciencia de estar siendo impulsado por Cristo mismo, en la convicción de que por más grandes que sean las dificultades, la fuerza de Cristo se hará presente en su debilidad.
San Pablo será mensajero de la universalidad de la salvación, de que todas las personas están llamadas a la salvación, sin diferencias, sin exclusivismos. Como dice a los cristianos de Galacia, «ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gál 3, 28). La salvación no está en función de la pertenencia a un pueblo, ni siquiera en función de la observancia de una ley. Dios ha intervenido en la historia mediante el envío de su Hijo, que por su misterio pascual salva a la humanidad. A la vez, el apóstol Pablo supo acoger los valores positivos de la filosofía de su tiempo, con una mirada positiva, inclusiva, tal como recomienda a la comunidad de Filipos «todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta» (Filp 4, 8).
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa