Aniversarios  y ordenaciones.

En el segundo domingo de Adviento de este año celebramos el aniversario de la dedicación de catedral, el aniversario de la ordenación episcopal del obispo diocesano y ese mismo día, Dios mediante, tendrá lugar en nuestra catedral la ordenación de dos diáconos destinados al servicio de nuestra diócesis.
 Nuestra catedral del Santo Espíritu, que ya tenía el título de basílica antes de la  constitución de la diócesis actual, es un templo que tiene una larga historia que comienza con su construcción en 1593, cuando la ciudad tenía 1.200 habitantes. Cuando celebramos el aniversario de su dedicación, resulta oportuno recordar lo que enseña el Concilio Vaticano II en la constitución sobre la sagrada liturgia, cuando dice: "Todos tengan en gran aprecio la vida litúrgica de la diócesis en torno al obispo, sobre todo en la iglesia catedral, persuadidos de que la principal manifestación de la Iglesia se realiza en la participación plena y activa de todo el pueblo santo de Dios en las mismas celebraciones litúrgicas, especialmente en la misma Eucaristía, en una misma oración, junto a un único altar, que el obispo preside rodeado por su presbiterio y sus ministros" (SC 41).
 La catedral, como es sabido, recibe este nombre por ser la cátedra o la sede desde la que el obispo propone la fe y la vida cristiana a su comunidad diocesana. El Concilio Vaticano II, en la constitución sobre la Iglesia, nos recuerda que la sede catedralicia está unida a la persona del obispo y es la madre y cabeza de todas las iglesias de la diócesis, pues en ella celebra los santos misterios aquel que "rige la Iglesia particular que se le ha confiado como vicario y legado de Cristo". El documento conciliar da unas normas muy oportunas al obispo. Le dice, entre otros consejos, que ha de enseñar al pueblo cristiano, "teniendo siempre ante sus ojos el ejemplo del Buen Pastor, que no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida por sus ovejas. Los fieles, por su parte, deben estar unidos a su obispo, como la Iglesia a Cristo y Jesucristo al Padre para que todo se integre en la unidad y crezca para gloria de Dios" (LG 27).
 Hoy, además, es un día de gozo para la diócesis por otro motivo: dos seminaristas reciben el diaconado. "Los diáconos, ordenados para el servicio -enseña el Vaticano II-, sirven al Pueblo de Dios en comunión con el obispo y su presbiterio" (CD 15). En el caso que nos ocupa, después de un tiempo de ejercer el diaconado, serán promovidos al presbiterado para seguir colaborando con el obispo y con sus hermanos sacerdotes al servicio de las comunidades cristianas.
  En este segundo domingo de Adviento la figura de Juan Bautista, el precursor y el heraldo del Mesías, es un buen modelo para todos cuantos participamos del sacerdocio de Cristo en los tres grados del ministerio ordenado: obispos, sacerdotes y diáconos. Juan Bautista dedicará toda su vida precisamente a preparar los caminos del Señor. Juan prepara el camino para que las personas vayan al encuentro de Cristo. También nosotros hemos de vivir, como Juan, el don de la verdadera humildad, expresado en aquellas palabras: "Es preciso que él crezca y que yo disminuya" (Jn 3,30). Que huyamos de la búsqueda de protagonismos y del apego a nuestro yo; y así facilitemos que las personas no se queden en nosotros, sino que vayan al encuentro del Señor.

+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa