Año de la Fe y nuevo curso

 

 

Con el mes de septiembre se vive un retorno a la vida ordinaria, marcada sobre todo por la vuelta de los niños y los estudiantes a sus centros de enseñanza. Tras el paréntesis veraniego, también las actividades pastorales retornan al ritmo ordinario y se inicia el nuevo curso.

Uno de los acontecimientos que marcará este curso será sin duda el Año de la Fe, que, como es sabido, es una propuesta de Benedicto XVI a toda la Iglesia. Fue un anuncio inesperado, pero muy coherente con este pontificado, muy centrado en consolidar la fe y los puntos básicos del catolicismo. Lo hizo al final de su homilía en la eucaristía que celebró el domingo 16 de octubre de 2011, con la que se clausuraba el primer Encuentro Internacional de Nuevos Evangelizadores.

Benedicto XVI dijo lo siguiente: “Para dar un renovado impulso a la misión de la Iglesia de conducir a los hombres fuera del desierto, en el que se encuentran con frecuencia, hacia el lugar de la vida, hacia la amistad con Cristo que nos da la vida en plenitud, quisiera anunciar en esta celebración eucarística que he decido convocar un Año de la Fe que ilustraré con una +carta apostólica. Este Año de la Fe comenzará el 11 de octubre de 2012, quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y se terminará el 24 de noviembre de 2013, solemnidad de Cristo Rey del Universo”.

¿Qué cabe deducir de estas palabras iniciales? Sobre todo lo que podríamos llamar la intención espiritual. El Papa lo formuló con unos términos antitéticos y muy expresivos: desierto/vida. Trató de ello en su homilía en las exequias de su predecesor, el beato Juan Pablo II, al hablar de los “desiertos” en los que vive a menudo la humanidad actual. El énfasis, sin embargo, no está en el punto de partida –el desierto- sino en el de llegada: el lugar de la vida, la centralidad de la fe.

A la hora del Ángelus, aquel mismo día, el Papa lo comunicó en la alocución a los peregrinos presentes en la plaza de San Pedro. Recordó  que el siervo de Dios Pablo VI convocó un análogo Año de la Fe en 1967, con ocasión del décimo noveno centenario del martirio de los Apóstoles Pedro y Pablo “y en un período de grandes trastornos sociales”, clara alusión a los hechos del postconcilio y del mayo de 1968. E hizo mención también al medio siglo transcurrido desde de la apertura del Concilio, “ligado  la feliz memoria de Juan XXIII”, para añadir que “es oportuno volver a evocar la belleza y centralidad de la fe, la exigencia de reforzarla y profundizarla a nivel personal y comunitario, y hacerlo con una perspectiva no sólo celebrativa, sino más bien misionera, en la perspectiva exactamente de la misión ad gentes  y de la Nueva Evangelización”.

Se suele acusar a la Iglesia de mirar siempre más hacia el pasado que hacia el futuro, de celebrar hechos notorios del pasado, acaso para consolarse de una cierta inercia y carencia de impulso en el presente. Por ello, es especialmente significativo que el Papa nos pida que no nos quedemos en una perspectiva meramente “celebrativa” –es decir, de rememorar el pasado- sino también y sobre todo “misionera”; o sea, plantearnos qué hemos de hacer para evangelizar con la Palabra y la Gracia de Cristo a los hombres y mujeres de hoy. Este es el gran reto del nuevo curso. Para toda la Iglesia y también para nuestra diócesis. Tendremos que volver sobre ello.

+ Josep Àngel Saiz Meneses

 Obispo de Terrassa

 

 

 

 

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa