Este domingo se celebra el día del Seminario. Por ello quiero tratar en este escritode las vocaciones pensando en los jóvenes. Si algo define al corazón joven es su insatisfacción y su inconformismo. Los jóvenes buscan el bien y la verdad, desean vivir en la coherencia y en la solidaridad; están necesitados de Alguien que los llame por su nombre para un ideal de altura; y como complemento a sus aspiraciones más profundas, es preciso promover una cultura vocacional que conecte con estas inquietudes y pueda ayudar a saciar su sed de sentido, de felicidad y de compromiso. Una cultura que permita al joven de hoy encontrarse a sí mismo, recuperar los valores del silencio, de la contemplación, de la relación de amistad, del amor. Una cultura vocacional que les ayude a descubrir la grandeza de la entrega y del compromiso a través de un proyecto de vida que sea duradero.
Este marco de cultura vocacional requiere que el misterio de la vocación sea objeto de una atención constante por parte de la comunidad cristiana. Se ha de promover a través de diferentes medios: en primer lugar, una cadena de oración continua, también por medio de la reflexión serena y la pedagogía adecuada, y finalmente, a través de las más variadas iniciativas vocacionales. Todo ello ha de estar encaminado a crear un clima de escucha de la voz del Señor y de búsqueda de su voluntad. Esto sólo será posible si pasamos de un planteamiento en que se encarga la pastoral vocacional los especialistas, a otro según el cual es considerada un objetivo prioritario de toda la comunidad cristiana.
El beato Pablo VI afirmaba que toda vida es una vocación: “En los designios de Dios, cada hombre está llamado a desarrollarse, porque toda vida es una vocación. Desde su nacimiento, ha sido dado a todos como un germen, un conjunto de aptitudes y de cualidades para hacerlas fructificar: su floración, fruto de la educación recibida en el propio ambiente y del esfuerzo personal, permitirá a cada uno orientarse hacia el destino, que le ha sido propuesto por el Creador”. Si planteamos la vida como vocación hemos de concluir que todo ser humano tiene vocación.
Ahora bien, plantear la vida como vocación significa aceptar la primacía de Dios en la existencia de la persona. La iniciativa es de Dios y la persona corresponde con su respuesta. La vocación es una llamada a realizar en la vida el plan de Dios en tres ámbitos: la vocación a la vida, la vocación a la vida en Cristo, y las vocaciones específicas. La vocación universal y común a la vida en Jesucristo y a la santidad en su seguimiento, se especifica en diversas vocaciones laicales y de especial consagración; de este modo, el misterio de la Iglesia actualiza la infinita riqueza del misterio de Jesucristo en la diversidad de estados de vida y de vocaciones.
Y ¿cómo descubrir la vocación, cómo descubrir la llamada de Dios? Para hacer comprender el designio sobre la persona, Dios se sirve de mediaciones, de dones interiores y de las provocaciones que vienen de la realidad, de la misma vida, que toda ella es llamada e interpelación, si estamos atentos. Será preciso conocer a los jóvenes, acompañarlos en su camino de peregrinación, dialogar y confiar en ellos; habrá que responder a sus inquietudes planteándoles un ideal de altura, propiciando el encuentro con Cristo, el único que saciará su sed de infinito. Recemos hoy especialmente por las vocaciones, ayudemos al Seminario y acompañemos a los seminaristas de nuestras diócesis.
+ Josep Àngel Saiz Meneses Obispo de Terrassa.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa