Continuamos con la reflexión iniciada el pasado 8 de octubre sobre lo antiguo y lo nuevo en este primer trimestre del curso pastoral y justo en los inicios de una nueva visita pastoral de la diócesis. Terminaba la reflexión con el final del capítulo trece de san Mateo, que recapitula y presenta la perspectiva de todo el capítulo: “«¿Habéis entendido todo esto?» Ellos le responden: «Sí.». Él les dijo: «Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo.»” (Mt 13, 51-52).
Todas las personas con responsabilidad pastoral en la Iglesia están al servicio de la comunidad como un padre de familia solícito que cuida de aquellos que le han sido encomendados, que les da lo que necesitan, como lo necesitan y cuando lo necesitan, que saca lo antiguo y lo nuevo del arca del tesoro. Por un lado, lo nuevo, que suele ser más actual y llamativo y que responde a los retos que se van presentando; pero también lo antiguo, lo que mantiene su validez, lo de toda la vida, lo que está contrastado, lo que ha sido transmitido y ha superado el desgaste del tiempo. En nuestro caso, precisamente lo antiguo y lo nuevo deben integrarse desde una hermenéutica y una praxis de continuidad. Me gustaría aplicar este principio a nuestra misión evangelizadora de la infancia, adolescencia y juventud, desde la continuidad después de la celebración de los sacramentos de la iniciación cristiana.
Desde los inicios de nuestra joven diócesis hemos venido insistiendo en la importancia de la continuidad a partir de los sacramentos de la iniciación. El Plan Pastoral vigente, La Bona Nova del Servei, contempla entre las acciones a realizar en este curso 2017-18 la de “propiciar la coordinación entre la catequesis de postcomunión y los movimientos infantiles”. En todas las parroquias ha de ofrecerse un camino, una posibilidad de continuidad a la Comunión y la Confirmación, un camino de formación y de vivencia de la fe cristiana. Para eso están los movimientos infantiles y juveniles de la Iglesia y también las iniciativas que se puedan desarrollar según las peculiaridades de cada lugar. Siempre que en reuniones diocesanas se me ha preguntado sobre la prioridad al respecto, he respondido que valoraba y apoyaba las realidades presentes en la diócesis y que para los lugares en que no hay ninguna realidad implantada, se podía crear un movimiento diocesano para la postcomunión.
En resumen, pienso que se trata de sacar lo antiguo y lo nuevo del arca de la casa, buscando no los gustos personales, sino la mayor eficacia pastoral; buscando la unidad, la complementariedad, el enriquecimiento mutuo desde los distintos carismas. En aquellos lugares en que están implantadas realidades como el MCEC, MIJAC, el ESCULTISMO de inspiración cristiana, o donde convenga implantarlas, hay que mantenerlas y fomentarlas; lo mismo pienso en los lugares en que funciona la continuidad a través de realidades nuevas como el CATECLUB, CATECOLLA, o LIFETEEN. Siempre se ha de considerar la posibilidad de crear un Movimiento Diocesano de Niños, como existe el Movimiento Diocesano de Jóvenes. Con respecto al trabajo pastoral con los jóvenes, aplicamos el mismo criterio mencionado más arriba. No es cuestión de probar todas las realidades antiguas y todas las nuevas, que son muchas, y cuyo mero intento nos llevaría a la dispersión. En cambio, siempre es bueno que haya una cierta variedad y complementariedad en una diócesis que se acerca al millón trescientos mil habitantes. Es importante y necesario que en todas las parroquias se ofrezca un camino, un instrumento de continuidad después de la Primera Comunión y de la Confirmación.
+ Josep Àngel Saiz Meneses Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa