Cuando ya vamos entrando en la vida normal de un nuevo curso, deseo subrayar algunos de los objetivos de nuestro Plan Pastoral Diocesano para este curso. Voy a referirme esta semana al capítulo segundo, titulado “La celebración de la fe” y a los tres objetivos señalados para el curso 2008-2009.
El primer objetivo se puede formular así: atender a las necesidades espirituales de los cristianos de hoy. Se trata de un servicio a todos los miembros de las comunidades cristianas, porque todos tenemos necesidad de él: “Revalorizar el sacramento de la Reconciliación. Que forme parte de los procesos formativos de la persona, en la catequesis y en los grupos de adultos”. Es de una gran importancia la terapia de la conversión y del perdón, ofrecida por Cristo a su Iglesia a través del sacramento de la confesión. Por ello, este objetivo propone “ofrecer desde las parroquias y centros de culto horarios concretos y públicos para confesar y acompañar espiritualmente”.
Como se ve, no se trata sólo de un tiempo para confesarse, sino también lo que suele designarse con el nombre de ministerio de consejo o de dirección espiritual. Si una comunidad atiende bien este servicio, los fieles se acogerán a él y los frutos no se harán esperar.
Los dos objetivos restantes se refieren a dos colectivos, a los cuales los pastores de la Iglesia no pueden olvidar nunca. Me refiero a los enfermos y a las personas que se preparan para recibir el sacramento del matrimonio.
El mundo del dolor y del sufrimiento, ya sea físico ya sea moral, no puede ser nunca marginado en la Iglesia, que está llamada por Cristo a ejercer un ministerio de consolación en todas las circunstancias de la vida, sobre todo ante la enfermedad y la muerte. El objetivo pastoral que para ellos se propone nuestra diócesis en este curso se concreta así: “Atender especialmente a los enfermos en su proceso y a las personas mayores en esta etapa concreta de su vida. Crear y consolidar equipos de pastoral de la salud en las parroquias. Visitar a los enfermos en sus hogares y en las residencias y centros de día, ofreciéndoles la posibilidad de recibir los sacramentos”.
Quizá se objete que la escasez de sacerdotes hace imposible realizar estos servicios con la regularidad y entrega necesarias. Es cierto que la escasez de ministros sagrados es un obstáculo serio a nuestros deseos de renovación pastoral. Sin embargo, hemos de ser creativos y preparar seglares, hombres y mujeres, religiosos y religiosas, y también diáconos permanentes, que puedan ser una ayuda para el sacerdote y le permitan dedicarse a lo específico de su ministerio en virtud de la ordenación sacerdotal.
El otro colectivo al que el capítulo de “La celebración de la fe” dedica un objetivo son las personas que se preparan para recibir el sacramento del matrimonio. La actual secularización provoca que un buen número de matrimonios ya no pasen por la Iglesia a la hora de contraer matrimonio. Nada tiene que objetar la Iglesia a la libertad religiosa, que fue aprobada en el Concilio Vaticano II. Nuestra reacción y nuestra preocupación han de consistir en mejorar cada día la atención a quienes todavía acuden a la Iglesia en esta importante ceremonia de tránsito en la vida de las personas creyentes.
Paralelamente a lo dicho para los enfermos, nuestro objetivo propone “renovar los equipos de preparación al matrimonio, incorporando a éstos a nuevos matrimonios después de un proceso de formación. A la vez, se ha asegurar en las sesiones de preparación la presentación de los contenidos básicos de la fe y la comprensión del sacramento del matrimonio”.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa