La práctica totalidad de los jóvenes que han participado en la Jornada Mundial de la Juventud de Cracovia ha visitado el campo de concentración de Auschwitz. Se trata de una visita muy recomendable para cualquiera, y sin duda es una cita obligada para un Papa. San Juan Pablo II estuvo en 1979, Benedicto XVI en 2006 y Francisco ha visitado también el campo de concentración más tristemente famoso y símbolo del Holocausto. El Papa estuvo en Auschwitz y Birkenau rezando en silencio frente a los barracones, en el muro de los fusilamientos y en la celda de san Maximiliano Kolbe, junto a las lápidas conmemorativas. Su discurso consistió en un silencio elocuente, sin ninguna palabra.
Juan Pablo II y Benedicto XVI pronunciaron discursos en los que se traslucía su emoción como personas y como Papas de la Iglesia universal. “No podía no venir aquí como Papa; Auschwitz es un testimonio de la guerra –dijo Juan Pablo II en 1979–. La guerra lleva consigo un desproporcionado crecimiento del odio, de la destrucción, de la crueldad”. “Yo estoy aquí como hijo del pueblo alemán –replicó en 2006 Benedicto XVI– y precisamente por eso debo y puedo decir como él: no podía no venir aquí; tenía que venir. Era un deber frente a la verdad y al derecho de todos los que han sufrido, un deber ante Dios”.
El viernes 29 de julio, Bergoglio atravesó la puerta del campo y se dirigió hacia los antiguos barracones. Pasó un buen rato en el exterior sentado y solo, en una profunda y larga meditación. Visitó la celda de san Maximiliano Kolbe, el clérigo franciscano conventual polaco que entregó su vida a cambio de salvar a otro preso, padre de familia. Fue otro momento de gran emoción ver al Pontífice en el pequeño cubículo, a solas y a oscuras, reclinado sobre la lápida conmemorativa. En el terrible bloque 11, donde eran asesinados los presos, está el llamado ‘Muro de la muerte’, el muro de los fusilamientos. Francisco encendió una vela y rezó brevemente ante él. Luego dejaría otra vela conmemorativa en el monumento a las víctimas que está en Birkenau.
En Auschwitz, el Papa se encontró con supervivientes del Holocausto. Ellos le entregaron un álbum con fotos de aquellos años. En Birkenau, le esperaban cientos de personas para una pequeña pero sentida ceremonia. Un rabino cantó en hebreo el salmo 130 (“¡Escucha, Señor, mi voz!, ¡atiendan tus oídos mi grito suplicante!”) y un sacerdote lo rezó después en polaco, mientras Francisco rezaba ante las lápidas que recuerdan a las víctimas de todas las naciones. Luego saludó a miembros del grupo ‘Justos entre las naciones’, personas que salvaron a judíos de la shoah.
Una y otra vez se recuerda durante la visita que más de un millón de personas fueron víctimas del genocidio. Una y otra vez, para que no caigamos en el riesgo de olvidar. Por eso la gran mayoría de grupos de jóvenes que llegaron a Polonia para la Jornada Mundial de la Juventud hicieron parada obligada en este campo de concentración. En el libro de honor de Auschwitz, el Papa dejó escrita una frase que ha dado la vuelta al mundo como titular de esta visita: “Señor ten piedad de tu pueblo! Señor, perdón por tanta crueldad!”.
+ Josep Àngel Saiz Meneses Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa