Coincidiendo con la fiesta de los apóstoles San Pedro y San Pablo, la Iglesia celebra el Día del Papa. Por ser entre nosotros laborable el próximo viernes, 29 de junio, en las misas de este domingo será oportuno recordar y rezar por las intenciones de nuestro Santo Padre, Benedicto XVI. Su nombre es recordado en la plegaria central de las celebraciones de la eucaristía, pero este día será bueno hacerlo con una especial intensidad.
La liturgia de hoy me parece que nos ofrece un buen camino para motivar nuestros sentimientos de comunión con el Papa y nuestras plegarias por su persona y por sus intenciones. Los textos de la misa de hoy son los propios de la Natividad de San Juan Bautista, cuya figura tiene una gran relevancia en la historia cristiana.
Habitualmente, la festividad de un santo, en la medida en que podemos conocer la fecha exacta, se celebra en el día de su muerte, conocido en latín como “dies natalis”, la jornada de su nacimiento a la vida inmortal, a la vida eterna. En el calendario litúrgico sólo hay tres casos en que se celebra tanto el nacimiento como la muerte de una persona: en primer, lugar, evidentemente, Jesús mismo; después, María, la Madre de Dios; y, finalmente, Juan Bautista, el precursor del Mesías.
Juan Bautista fue, en efecto, el que preparó los caminos a Jesucristo. Humildemente, no quiso ser más que la voz que anunciaba la llegada del Enviado de Dios Padre para salvar a la humanidad. La figura del Bautista tiene una especial sintonía con la figura de nuestro amado Papa, Benedicto XVI, que se ha propuesto sobre todo abrir el acceso de los hombres de nuestro mundo secularizado a Dios. También él es el anunciador de Cristo, el que quiere allanar los obstáculos que existen para que Jesucristo sea verdaderamente reconocido como el Salvador de los hombres y del mundo.
Tanto este domingo como el día de San Pedro y San Pablo, recemos especialmente por él. También se realiza una colecta para ayudar a sus propósitos y necesidades, especialmente en el campo de la solidaridad y la ayuda a las poblaciones del mundo que más sufren en estos momentos. Al mismo tiempo es una buena ocasión para agradecer al Santo Padre su incansable ministerio como sucesor de San Pedro. El pasado mes de abril, ya ha cumplido los 85 años y ha entrado en el octavo año de su pontificado romano. “Os pido que recéis por mí, para que el Señor me dé fuerzas para cumplir la misión que me ha confiado”, dijo al saludar a los peregrinos, tras el rezo de la plegaria del Regina coeli del domingo 15 de abril.
El lunes siguiente, a una delegación de Baviera, que acudió a Roma para felicitarle, en la homilía de la misa que celebró con ellos, les dijo: “Me encuentro ante el último tramo de mi vida, y no sé qué me espera, pero sé que está la Luz de Dios, que resucitó; que su luz es más fuerte que cualquier oscuridad; que la bondad de Dios es más fuerte que todo el mal de este mundo. Y esto ayuda a seguir adelante con seguridad”.
Me parece que estas palabras reflejan como pocas la personalidad espiritual de nuestro Papa. Él es muy realista. Pero también es profundamente esperanzado, como lo reflejan estas palabras en su libro entrevista Luz del mundo: “Toda mi vida ha estado atravesada siempre por un hilo conductor, que es el siguiente: el cristianismo da alegría, ensancha los horizontes”.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa