Según nos relata el evangelista san Mateo, "nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos Magos que venían de Oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo.»" (Mt 2,1-2). El tema que estamos trabajando durante esta semana en Colonia lleva este título: "Hemos venido a adorarlo". Es la afirmación que hacen los Magos en Jerusalén después de preguntar por el Mesías. Dado que las reliquias de los Magos, según una piadosa tradición, se veneran en la ciudad de Colonia, desde esta perspectiva procuraremos todos los participantes recorrer el itinerario espiritual que nos lleve al encuentro con el Señor, siguiendo el ejemplo de los Magos. Las actitudes principales que podemos observar en los Reyes Magos son las siguientes, que son muy ilustrativas de nuestro caminar como creyentes y como cristianos. Ante todo un corazón inquieto, que los lleva a ponerse en camino, a salir de su tierra y de sus seguridades, que los lleva a tener una mente abierta a los signos y al mensaje que estos signos puedan darnos. Siempre es importante escrutar los signos con los cuales Dios nos llama y nos guía. En segundo lugar, podemos observar en ellos una capacidad de vivir el esfuerzo. Serían sin duda unos personajes instalados en su propio ambiente, con seguridades y con comodidades. Sin embargo, no temen la desinstalación, no temen afrontar las incomodidades y se ponen en camino, en un viaje por rutas desconocidas. En tercer lugar, los Magos dan muestras de una gran humildad, pues ellos, que eran sabios y estudiosos, se dejan guiar por una estrella. "Y he aquí que la estrella que habían visto en Oriente iba delante de ellos hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño" (Mt 2,9). Y todo ello para llegar al encuentro con Jesús, para contemplar el misterio y caer en una actitud de adoración. "Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, lo adoraron". Y a la adoración le sigue el don de ofrendas: "Abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra" (Mt 2,10-12). Por medio del oro subrayaron la divinidad de aquel Niño; con el incienso lo reconocían como el sacerdote de la nueva Alianza; al ofrecerle la mirra celebraban al profeta que en la cruz ofrecería su sangre para reconciliar a la humanidad con el Padre. El recordado Juan Pablo II, en el mensaje que publicó el 6 de agosto de 2004 sobre la Jornada de Colonia, invitaba a los jóvenes de cada uno de los continentes "a recorrer idealmente el itinerario de los Reyes de Oriente y a encontrar, como ellos, el Mesías de todos los pueblos". Y les decía estas palabras, que se antojan como un testamento de Juan Pablo II para todos los jóvenes: "¡Sed adoradores del Dios único y verdadero, reconociendo que ocupa el primer lugar en vuestra existencia! La idolatría es una tentación constante del hombre. Desgraciadamente, hay gente que busca la solución de los problemas en prácticas religiosas incompatibles con la fe cristiana. Es fuerte el impulso de creer en los falsos mitos del éxito y del poder; es peligroso acoger determinados conceptos evanescentes de lo que es sagrado, que presentan a Dios en la forma de una energía cósmica, o de otras maneras que no están de acuerdo con la doctrina católica. Jóvenes, no creáis en ilusiones falaces. La adoración del Dios verdadero constituye un verdadero acto de resistencia contra toda forma de idolatría. Adorad a Cristo; él es la roca sobre la cual hay que construir vuestro futuro y un mundo más justo y solidario. Jesús es el Príncipe de la paz, la fuente del perdón y de la reconciliación, que puede convertir en hermanos a todos los miembros de la familia humana." Este mensaje tan claro y sincero de Juan Pablo II, estos días lo escucharemos en Colonia de los labios de su sucesor, el Papa Benedicto XVI. + Josep Àngel Saiz Meneses Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa