El primer domingo de julio celebramos en la Iglesia la Jornada de Responsabilidad del Tráfico. Ciertamente en la primera semana de julio se acostumbra a producir un incremento importante de circulación en las carreteras y autopistas a causa del comienzo de las vacaciones para una buena parte de ciudadanos. Aunque también es cierto que dicho incremento se mantiene durante todo el verano. Y no podemos olvidar quienes salen a la carretera durante todo el año por razones de trabajo.
El verbo conducir viene del latín conducere. Entre los diferentes significados que nos ofrece el diccionario podemos seleccionar dos: uno que tiene un sentido directamente aplicable a las vías públicas y las carreteras – “guiar un vehículo automóvil” y otro que se refiere a las actitudes con que vamos por la vida: en la forma reflexiva –conducirse- equivale a “manejarse, portarse, proceder una determinada manera, bien o mal”. Siguiendo esta reflexión es lamentable que, por una imprudencia nuestra, pongamos en peligro la integridad física –y la misma vida, en algunos casos- de los demás.
El objetivo, pues, de esta jornada es educativo: invitar a los conductores a comportarse, es decir, a portarse bien. En este Año Santo de la Misericordia esta jornada es una invitación a ejercer la cortesía en la vida pública y en las vías de circulación, a circular bien, conductores y peatones, a ayudarnos unos a otros a ser correctos, para evitar males mayores; es decir, accidentes.
La cortesía –lo que llamamos “urbanidad”- es también una forma de vivir la caridad y la misericordia. Tener urbanidad es conducirse con atención y con buenos modos y buenos modales. Esto es de gran importancia en la educación vial y los es para todos. Tratemos a los demás como nos agrada que ellos nos traten a nosotros. “Todo lo que queráis que haga la gente con vosotros, hacedlo vosotros con ella; pues esta es la Ley y los Profetas” (Mateo 7, 12). Tampoco nos olvidemos nunca de la paciencia, del autocontrol y del buen humor.
Procuremos cumplir escrupulosamente las disposiciones legales y los avisos para una circulación segura –las señales de tráfico— que tienen su razón de ser y son fruto de una experiencia, a veces dolorosa, cuando se han producido accidentes. Incluso quienes salen – o salimos- a la carretera circunstancialmente, hemos de imitar la corrección que se reconoce en los profesionales del volante, las personas que –en ciudad o en la carretera- se ganan la vida ejerciendo la conducción de vehículos, lo cual, como es sabido, aporta una valiosa contribución al bienestar general de la sociedad.
Para terminar, permitidme una recomendación: hacer una breve oración, personal o familiar, cuando nos ponemos en viaje. Puede ser una Avemaría, o un “Procedamos en paz, en el nombre de Cristo. Amén”. O la clásica invocación: “Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra”. O esta otra, que copio de un devocionario: “El Señor omnipotente y misericordioso nos dirija por el camino de la paz y la prosperidad. Y el arcángel San Rafael y San Cristóbal –cuya fiesta pronto celebraremos nos acompañen en el viaje para que con paz, salud y gozo podamos volver a nuestras casas”.
+ Josep Àngel Saiz Meneses Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa