En el marco del Año de la Eucaristía declarado por el Santo Padre Juan Pablo II (+), celebramos la solemnidad del Corpus Christi, el Día de la Caridad. El lema de la campaña de este año es: "Nadie sin futuro. ¡Hagámoslo posible!" Este lema expresa el objetivo de Cáritas, que se llegue a conseguir un futuro digno para todos, y para alcanzar este objetivo es imprescindible una colaboración generosa por parte de todos nosotros. Se plantea un esquema de denuncia, reflexión y actuación eficaz para que esto sea posible. Trabajar para crear aquellas condiciones que hagan posible este futuro entre nosotros y también en los países de origen. Este lema, este objetivo y estas actuaciones no son el resultado de unos proyectos filantrópicos, sino que brotan de un amor cristiano que tiene sus raíces en la Eucaristía.
La Eucaristía es el centro de la vida cristiana. Si la vida cristiana consiste en vivir el amor a Dios y al prójimo, la fuente de ese amor, de esa vida, está precisamente en la Eucaristía, que lo hace presente y lo realiza. El amor nace de la Eucaristía, se desarrolla gracias a ella, y en ella se profundiza, se alimenta. La celebración del Corpus Christi expresa este amor, que es el resumen y la esencia de la vocación cristiana. Nuestra celebración brota del amor y está al servicio del amor, de un amor grande y entregado al cual nos llama el Señor.
La celebración y la vivencia de la Eucaristía son la escuela activa y vital de amor al prójimo: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros". Desde esta unidad profunda en el amor de Cristo podemos ser solidarios con los demás, podemos sufrir con el que sufre, podemos ser cercanos al necesitado de una manera eficaz y creíble. La Eucaristía es raíz y fuente de ese amor, y es el centro de la vida del cristiano. Misterio de fe, presencia real de Cristo bajo las especies de pan y de vino.
Este es el misterio de fe que cada creyente debe vivir. Misterio de fe que la comunidad eclesial debe vivir con renovado impulso en el nuevo milenio por el que vamos caminando, conscientes de que la Eucaristía es el mayor tesoro de la Iglesia. Cristo resucitado realmente presente bajo las apariencias del pan y del vino. Cristo que se queda como alimento para nuestro peregrinar. Cristo que nos da la fuerza para ser mensajeros de esperanza en medio del mundo.
esús en la última cena instituye la Eucaristía. "Tomad y comed todos. Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros". Es la presencia real del Señor en la Eucaristía. Pero Jesús también nos recuerda su presencia en los más pobres y pequeños, y nos recuerda que al final de la vida seremos examinados sobre el amor que hemos tenido a los hermanos. Una vida eucarística y de amor a Dios nos llevará al amor al hermano y nos dará la fuerza para construir un futuro para todos, como una familia.
Nuestro Concilio Provincial Tarraconense hace la síntesis cuando exhorta a "reavivar la tradición, tan intensamente vivida en los primeros siglos de la Iglesia, de vincular visiblemente la celebración de la Eucaristía con la caridad fraterna, insistiendo de manera particular en la relación entre la Fracción del Pan y la comunión cristiana de bienes, en la lógica que lleva desde compartir los bienes eternos a compartir los bienes temporales, y en la coherencia que impulsa a las Iglesias ricas a abrirse a las necesidades de las Iglesias pobres" (n. 77).
+ Josep Àngel Saiz Meneses, Obispo de Terrassa
La Eucaristía es el centro de la vida cristiana. Si la vida cristiana consiste en vivir el amor a Dios y al prójimo, la fuente de ese amor, de esa vida, está precisamente en la Eucaristía, que lo hace presente y lo realiza. El amor nace de la Eucaristía, se desarrolla gracias a ella, y en ella se profundiza, se alimenta. La celebración del Corpus Christi expresa este amor, que es el resumen y la esencia de la vocación cristiana. Nuestra celebración brota del amor y está al servicio del amor, de un amor grande y entregado al cual nos llama el Señor.
La celebración y la vivencia de la Eucaristía son la escuela activa y vital de amor al prójimo: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros". Desde esta unidad profunda en el amor de Cristo podemos ser solidarios con los demás, podemos sufrir con el que sufre, podemos ser cercanos al necesitado de una manera eficaz y creíble. La Eucaristía es raíz y fuente de ese amor, y es el centro de la vida del cristiano. Misterio de fe, presencia real de Cristo bajo las especies de pan y de vino.
Este es el misterio de fe que cada creyente debe vivir. Misterio de fe que la comunidad eclesial debe vivir con renovado impulso en el nuevo milenio por el que vamos caminando, conscientes de que la Eucaristía es el mayor tesoro de la Iglesia. Cristo resucitado realmente presente bajo las apariencias del pan y del vino. Cristo que se queda como alimento para nuestro peregrinar. Cristo que nos da la fuerza para ser mensajeros de esperanza en medio del mundo.
esús en la última cena instituye la Eucaristía. "Tomad y comed todos. Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros". Es la presencia real del Señor en la Eucaristía. Pero Jesús también nos recuerda su presencia en los más pobres y pequeños, y nos recuerda que al final de la vida seremos examinados sobre el amor que hemos tenido a los hermanos. Una vida eucarística y de amor a Dios nos llevará al amor al hermano y nos dará la fuerza para construir un futuro para todos, como una familia.
Nuestro Concilio Provincial Tarraconense hace la síntesis cuando exhorta a "reavivar la tradición, tan intensamente vivida en los primeros siglos de la Iglesia, de vincular visiblemente la celebración de la Eucaristía con la caridad fraterna, insistiendo de manera particular en la relación entre la Fracción del Pan y la comunión cristiana de bienes, en la lógica que lleva desde compartir los bienes eternos a compartir los bienes temporales, y en la coherencia que impulsa a las Iglesias ricas a abrirse a las necesidades de las Iglesias pobres" (n. 77).
+ Josep Àngel Saiz Meneses, Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa