El próximo miércoles, 5 de marzo, celebramos el Miércoles de Ceniza, con el cual comenzamos el camino de conversión y de renovación que nos ha de conducir a la celebración de los misterios centrales de nuestra fe: la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.
La liturgia del miércoles de ceniza es ciertamente muy sabia; nos invita, en el fondo, a evitar la hipocresía. Vivir una renovación de la fe supone no caer en actitudes pretenciosas para que digan “qué buena persona que es”. Si cayéramos en esta trampa “ya habríamos recibido nuestra paga” como dice el evangelio. Nuestro trabajo sería inútil.
El Papa Francisco trata de la dimensión cuaresmal de la vida cristiana en su exhortación Evangelii Gaudium, un documento escrito el pasado verano a la vuelta de su participación en la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro. Simbólicamente lo publicó como colofón del Año de la Fe, después de la aparición de la encíclica Lumen Fidei, escrita a cuatro manos con su predecesor el Papa Benedicto XVI. En el documento mencionado sobre La alegría del Evangelio afirma que su finalidad “es promover la alegría y el entusiasmo de la fe y favorecer la fe de los cristianos”. Os invito, pues, a adentrarnos en la cuaresma de este año desde dicha perspectiva.
Dispongámonos, pues, a comenzar una nueva Cuaresma con la confianza puesta en el Señor, dejando que él realice en nosotros la conversión del corazón. Para ello la Iglesia nos ofrece cada año unos medios que mantienen una perenne actualidad. En primer lugar la oración, que nos ayuda a tomar conciencia de nuestra relación constitutiva con Dios y a vivir con fe, esperanza y caridad. Con diversas formas: adoración, alabanza, acción de gracias, arrepentimiento, petición y en solidaridad con todo el mundo. La oración tanto individual como comunitaria; hecha de palabras y también en silencio.
El ayuno, en un sentido amplio y completo, que significa el ejercicio de actos concretos de renuncia. Pueden ser renuncias materiales en la comida o la bebida; también prescindir de todo cuanto es perfectamente prescindible como son: caprichos, comodidades, entretenimientos, pérdidas de tiempo, etc.
Y en tercer lugar el hecho compartir, mediante la limosna, ejercitando de esta manera la caridad con generosidad. Se busca que nuestras privaciones sean provechosas a los más necesitados. En el ámbito material se trata de compartir bienes que tenemos, y también dar nuestro tiempo, nuestras capacidades, nuestra estima.
La Cuaresma es tiempo de ejercicio, de penitencia. Pienso que son particularmente agradables al Señor las penitencias no buscadas, no programadas por nosotros. Aquellos sufrimientos, dificultades, tropiezos no previstos, que se hacen presentes sorpresivamente y que hemos de encajar con sentido sobrenatural porque forman parte de la cruz de cada día que debemos cargar con firmeza e incluso con alegría siguiendo el camino del Señor.
Santa Cuaresma a todos.
+Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa