Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios

El Concilio Vaticano II, que es la brújula segura para orientarse para los cristianos en el camino del siglo XXI en expresión de San Juan Pablo II, explicaba que la Iglesia no se identifica con ninguna comunidad política ni está ligada a ningún sistema político. Asimismo, tanto la comunidad política como la Iglesia sirven a las necesidades de las mismas personas y este servicio se llevará a cabo de manera más efectiva si hay cooperación entre ambas instituciones. La Iglesia apoya el principio de laicidad según el cual hay separación entre la Iglesia y el Estado, siguiendo la prescripción de Cristo, «Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios" (Lucas 20, 25).

Ahora bien, de vez en cuando, escuchamos opiniones de personas o de grupos concretos que se manifiestan en contra de que los cargos públicos se hagan presentes en los actos religiosos. El argumento principal se apoya en el laicismo del Estado, que supuestamente impide a estos cargos participar en los actos de las confesiones religiosas. Permítanme decir que siempre hemos visto la presencia de alcaldes y concejales en las Misas de los patrones de las poblaciones o en las procesiones en honor a los santos o la Virgen. Y en la actualidad, esta presencia sigue siendo habitual en la mayor parte de poblaciones de nuestra tierra.

Ahora bien, cabe preguntarse si los poderes públicos deben ser neutrales ante las diferentes tradiciones religiosas. Y mi respuesta es clara: claro que sí, por supuesto. Deben ser neutrales, deben ser justos, sin caer en ningún tipo de discriminación, ni positiva ni negativa. Y con la misma rotundidad debemos afirmar que si un alcalde asiste a una misa patronal ejerciendo sus funciones y su representación de la ciudadanía como alcalde, en modo rompe con su presencia la neutralidad de su cargo. Y lo mismo afirmo si asiste a las fiestas de otras tradiciones religiosas. Porque una cosa es la neutralidad y otra bien distinta es ignorar y no tener en cuenta el elemento religioso, con todo lo que supone en la vida de las personas y de los pueblos, más aún cuando este elemento religioso se encuentra en la raíz de las fiestas de nuestros pueblos y ciudades.

Ciertamente, los poderes públicos han de mantener su neutralidad ante las diferentes tradiciones religiosas, pero esta neutralidad de ninguna manera significa que los representantes de las diferentes administraciones no puedan participar a título institucional en las celebraciones y manifestaciones religiosas. Y el motivo es que cuando se celebra una fiesta religiosa, hay un grupo numeroso de ciudadanos que está en la celebración. Desde esta perspectiva no se entendería la ausencia de las autoridades políticas en una reunión pública tan importante para muchos ciudadanos simplemente por ser religiosa. El hecho de asistir no significa una adhesión a la Iglesia Católica, o en otras confesiones o tradiciones. El hecho de asistir es expresión de compartir la alegría de un buen número de conciudadanos a los que también representan.

Si un centro educativo celebra una efeméride, si una entidad cultural o deportiva celebra su fiesta anual y congrega un gran número de personas, si una nueva empresa se inaugura, etc, no se entendería que las autoridades no asistieran argumentando que romperían la neutralidad respecto a los otros colegios, equipos, entidades, empresas, o respecto a otras entidades sean del tipo que sean. Lo que se está haciendo es participar de un acto que es importante para la vida de la ciudad. Lo que hay que hacer es asistir a todos los actos que sean relevantes, y apoyar a todas las entidades de una ciudad.

En definitiva, pienso que se trata de sumar en lugar de dividir, de ensanchar la participación en lugar de restringirla. Y es que la sana laicidad significa la distinción de funciones, conlleva el respeto mutuo, ayuda a propiciar las sinergias en beneficio de las personas, a las que todos servimos. Es verdad que hay que mejorar todo lo que sea susceptible de mejora, liberarse de las adherencias que pueden ser un lastre para el camino, pero siempre desde el respeto y amor a nuestras tradiciones, desde el consenso fruto de una profunda reflexión compartida, porque un pueblo que no valora ni da relevancia a su pasado y a las raíces que lo han conformado, difícilmente puede construir un futuro mejor.

+ Josep Àngel Saiz Meneses Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa