De la utilidad de la tentación

            Los cuarenta días de la Cuaresma nos recuerdan los cuarenta años del pueblo elegido en camino hacia la Tierra Prometida; también  fueron cuarenta los días de camino del profeta Elías para llegar al Monte de Dios, el Horeb; nos recuerdan sobre todo los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto. El evangelio del primer domingo de Cuaresma nos lleva con Jesús al desierto. El Evangelio de Marcos lo dice escuetamente. Jesús, en el desierto, fue tentado por Satanás. Jesucristo no tuvo pecado, pero pasó por la tentación. El Evangelio de Marcos no detalla en qué consistieron las tentaciones del Maligno. Otros evangelistas –Mateo y Lucas- se refieren a las tentaciones con más detalle.

            ¿Tiene sentido la existencia de la tentación para el hombre de hoy? Quizá alguien pueda contestar que no. Para el hombre autónomo, para el hombre dueño de su libertad, la tentación no parece tener sentido. Su libertad es el valor supremo. Y sin embargo, el cristianismo nos dice que somos tentados. Es una manera de decirnos que somos libres, pero que nuestra libertad no es la realidad suprema.

Por eso he titulado esta reflexión del primer dominio de Cuaresma como la utilidad de la tentación. En la Biblia la tentación es más una instigación venida del exterior que un movimiento interior, aun tratándose de tentaciones de la concupiscencia. Tientan al hombre tanto el Diablo, el prójimo y la propia concupiscencia, o la tendencia al pecado. Dios, más que tentar, prueba. En el relato del paraíso, el fruto prohibido es el que pone a prueba al hombre pero quien lo arrastra al pecado es el Maligno. Abraham es probado por Dios. Lo mismo sucede a Job. Dios es quien permite a Satán probarlo.

Las relaciones del hombre con Dios son una historia de amor. Y hasta en el amor humano existen las pruebas para calibrar su veracidad. Las pruebas, las tentaciones purifican al hombre y lo unen más estrechamente con Dios. ¡Cuántos santos, al pasar por una enfermedad larga, han encontrado el camino para encauzar su vida hacia la santidad!

Para Jesucristo, el período del desierto y sus tentaciones, fueron la ocasión para aquilatar su mesianismo como el del Siervo sufriente de Yahvé, como el mesianismo de la cruz. La vida humana es como un desierto lleno de pruebas. Contemplar ese episodio de las tentaciones del Señor nos enseña y nos ayuda a superar nuestras propias tentaciones.

La tentación nos pone en la conciencia de nuestra libertad, de nuestra limitación y de nuestra responsabilidad ante Quien sabemos que nos pedirá cuentas. Una utilidad de la tentación es que no nos creamos dioses. Otra utilidad es que nos reconozcamos frágiles y débiles y propensos al mal. La tentación en definitiva nos cura del orgullo, la presunción y la temeridad. Nos hace humildes, una cuestión capital en la vida cristiana.

Por eso he hablado de la utilidad de la tentación. Que pueda ser útil, no significa que sea placentera. Pero la tentación es una realidad inevitable. Tan inevitable como ser libres.

 

+ Josep Àngel Saiz Meneses

 

Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa