La intervención más vibrante del papa Francisco en la JMJ de Cracovia fue, sin duda, su alocución en la Vigilia de Oración del sábado. Allí nos encontrábamos reunidos con jóvenes de distintas partes del mundo, más de un millón y medio, conscientes del dolor y las situaciones de guerra que se padecen en muchos lugares; sufrimiento y dolor que no son anónimos, sino que están encarnados en personas e historias concretas. No puede haber personas anónimas, ni ciudades anónimas, ni países anónimos. En el mundo hay odio violencia, terror. A veces nos toca padecerlos. Pero el Papa nos exhorta a que no respondamos al mal con mal. No gritar contra nadie, no destruir, porque no se puede vencer el odio con más odio, la violencia con más violencia, el terror con más terror. Nuestra respuesta a este mundo en guerra ha de ser la fraternidad, la unidad, la comunión, la familia.
El Santo Padre nos propuso el episodio de Pentecostés como icono para representar la situación actual y el futuro al que estamos llamados. Los Apóstoles estaban encerrados por miedo. Vino el Espíritu Santo y los impulsó a una aventura que jamás habrían soñado. Nosotros, actualmente, también experimentamos el miedo; ya sea el miedo a los peligros y dificultades que nos rodean o el miedo a nuestras propias limitaciones y carencias. Un miedo que nos puede llevar a encerrarnos, que nos puede paralizar y conducir finalmente al apoltronamiento en el sofá, es decir, en nuestras zonas de confort, o a refugiarnos en las nuevas tecnologías, etc. Mientras tanto, otros deciden el futuro por nosotros.
En esta tesitura cabe preguntarnos a qué hemos venido al mundo. Está claro que no hemos venido a vegetar, a quedar atrapados en el consumismo, perdiendo la libertad. Al contrario, debemos defender nuestra libertad. Hemos venido a dejar una huella. Jesús es el Señor del riesgo, del siempre más allá. Para seguir a Jesús, hay que tener una cuota de valentía. Nos invita a cambiar los ámbitos de la economía, el pensamiento, la política, el mundo entero, contagiando alegría. Nos implica, nos da la responsabilidad, que hemos de ejercer compartiendo nuestra vida con los hermanos; y es aquí cuando debe producirse un cambio en nosotros. Ese es el secreto que todos estamos llamados a experimentar. Dios, a pesar de nuestros pecados y limitaciones, espera algo de nosotros. Dios quiere y el mundo de hoy necesita que seamos protagonistas de la historia, quiere que dejemos una huella. La historia nos pide hoy que defendamos nuestra dignidad y no dejemos que sean otros los que decidan nuestro futuro.
Para dejar huella, para ser protagonistas de la historia, es preciso que no fijemos la atención en lo que nos divide, en lo que nos separa. No faltan voces que pretenden hacernos creer que encerrarnos es la mejor manera para protegernos de lo que nos hace. Daño. Hoy necesitamos convivir en la diversidad, en el diálogo, compartir la multiculturalidad, no como una amenaza, sino como una oportunidad. Y los jóvenes son una oportunidad para el futuro. Hay que tener valentía para construir puentes y no levantar muros. Hay que transitar por los caminos de la fraternidad.
El Papa Francisco acabó diciendo: “Hoy Jesús, que es el camino, te llama a ti, a ti, a ti a dejar tu huella en la historia. Él, que es la vida, te invita a dejar una huella que llene de vida tu historia y la de tantos otros. Él, que es la verdad, te invita a abandonar los caminos del desencuentro, la división y el sinsentido”.
+ Josep Àngel Saiz Meneses Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa