El pasado 27 de mayo, solemnidad de Pentecostés, a la hora del rezo del Ángelus, el Papa Benedicto XVI hizo un anuncio que era muy esperado, especialmente en nuestro país. Comunicó que el próximo 7 de octubre, el día que en Roma se abrirá la asamblea ordinaria del Sínodo de los Obispos, proclamará dos nuevos doctores de la Iglesia universal: San Juan de Ávila y Santa Hildegarda de Bingen.
La decisión de declarar a San Juan de Ávila doctor de la Iglesia ya la anunció el Papa en Madrid, durante la pasada Jornada Mundial de la Juventud, pero no había comunicado hasta ahora la fecha.
Un hombre y una mujer acceden así al reducido grupo de los grandes maestros de la fe, que esto es lo que significa el título de “doctor de la Iglesia universal”. Este es un título dado oficialmente por tradición o por decisión de la Santa Sede a escritores eclesiásticos destacados tanto por la santidad de su vida –de hecho, los dos nuevos doctores ya fueron canonizados hace años- como por la importancia y la ortodoxia de su obra original.
¿Cuál es el significado del reconocimiento de estos dos nuevos “doctores”? San Juan de Ávila –también llamado “el maestro Ávila”- fue un destacado escritor espiritual español, que vivió entre 1500 y 1569. Es un representante de la reforma en el seno de la Iglesia Católica. Es una figura destacada del Siglo de Oro y estuvo en relación con las grandes figuras de su tiempo, como Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. Especialmente a Santa Teresa de Jesús le dio seguridades acerca de la ortodoxia y fecundidad de sus caminos espirituales.
San Juan de Ávila en 1556 publicó un tratado espiritual en forma de comentario de un versículo del salmo 44, Audi filia, que pareció sospechoso a la Inquisición. En 1574 se publicó una edición retocada. Además de escritor, Juan de Ávila fue un gran apóstol, un evangelizador; es conocido como “el apóstol de Andalucía”. Hombre espiritual y reformador, su proclamación como doctor de la Iglesia al iniciar el Sínodo sobre la Nueva Evangelización tiende a proponerlo como inspirador de la evangelización contemporánea. Es muy significativo este pensamiento suyo, que se ha divulgado mucho en los últimos meses: “Sepan todos que nuestro Dios es amor”. Pensamiento muy cercano al tema central de la primera encíclica de Benedicto XVI, de titulo “Dios es amor”.
Hildegarda de Bingen es una monja benedictina de la época medieval. Vivió entre 1098 y 1179. Fue primero monja y priora del monasterio benedictino de Disenberg, en Renania, y más tarde del monasterio de Rupertsberg, junto a Bingen, no lejos del Rhin.
Fue una mujer polifacética, experta en humanidades y también en medicina y ciencias experimentales. No olvidó tampoco la música y fue compositora. Nos ha dejado escritos espirituales, que han merecido formar parte de la biblioteca de Clásicos del Cristianismo, editada por la Facultad de Teología de Catalunya.
El doctorado de Hildegarda de Bingen significa también un deseo de reconocer los méritos de la mujer en la historia del pensamiento cristiano. Los “doctores de la Iglesia” son unos cuarenta aproximadamente. Entre ellos, hasta Pablo VI, no había ninguna mujer. Pablo VI introdujo dos de ellas entre los grandes maestros: Santa Teresa de Jesús y Santa Catalina de Siena. Fue el beatoJuan Pablo II el que añadió el nombre de Santa Teresa del Niño Jesús. Y ahora Benedicto XVI añadirá una mujer más. Cabe pensar que no será la última.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa