Hoy es un día de fiesta grande para nuestra diócesis: esta tarde conferiré el sacerdocio en la Catedral a dos diáconos de nuestro Seminario Diocesano, Víctor Galindo y Carlos Valenciano. Por la ordenación quedarán configurados con Cristo sacerdote, cabeza y pastor de la Iglesia, serán llamados a vivir en una comunión de amor cada vez más plena con el Señor y a participar de un modo cada vez más profundo de sus sentimientos y actitudes. Para la familia diocesana hoy es un día de alegría y esperanza, de acción de gracias a Dios, y también de rogar al dueño de la mies que siga enviando trabajadores, porque la mies es mucha, los obreros pocos, y la climatología reinante no está exenta de dificultades.
Los dos nuevos sacerdotes en los años de seminario han ido realizando actividades pastorales que completaban su formación humana, espiritual e intelectual, particularmente en la llamada etapa pastoral, que va desde el final de los estudios hasta el momento de la ordenación. Pero ahora será diferente porque ya no se trata solamente de conocer el mundo de la catequesis infantil, de adultos, o la pastoral juvenil; o el trabajo de acción caritativa y social, o la visita de enfermos, o la colaboración en las celebraciones. Ahora se trata de una vida de unión a Cristo Buen Pastor que implica la existencia entera al servicio de la evangelización de las personas y de los ambientes. Serán enviados a evangelizar una sociedad que tiene muchas realidades positivas, pero con otras ciertamente mejorables, que en buena parte son consecuencia del relativismo reinante y de un proceso de secularización aparente imparable en Occidente.
Ciertamente, la acción evangelizadora de las personas y de los ambientes requiere la vivencia de unas actitudes concretas. Para empezar, es muy importante que sepamos descubrir también muchas realidades positivas que Dios hace crecer en los corazones de las personas; jamás el apóstol puede caer en el pesimismo ni en la desesperanza, al contrario, hay que tener siempre presente la recomendación del Papa Francisco de que «¡no nos dejemos robar la esperanza!» (EG 86). Vivimos un tiempo de conversión personal y pastoral que nos lleva a revisar la vida, las actitudes y las actividades con realismo y humildad; también hemos de renovar incesantemente el trabajo de evangelización, la formación de los jóvenes, la vida litúrgica, la intensidad de nuestro amor a Dios y al prójimo. El Papa nos alerta del daño que causan las críticas y divisiones internas, así como la «mundanidad espiritual», el buscar la propia gloria en las actividades pastorales. No puede haber evangelización sin humildad, no es posible el impulso misionero sin conversión, no podemos tener credibilidad sin una entrega generosa, sencillez y alegría.
Más allá de nuestros éxitos o fracasos pastorales hemos de tener presente que la voluntad salvífica de Dios es universal y que Cristo está presente en su Iglesia todos los días hasta el fin de los tiempos. Nuestro tiempo es un tiempo para la esperanza porque Dios no cesa de actuar en el mundo, en muchas personas que son solidarias, coherentes, que buscan con sinceridad el sentido último de la existencia; porque en nuestras parroquias y comunidades crecen nuevas realidades y se ponen en práctica diferentes iniciativas que nos hacen constatar la presencia del Señor y la acción de su Espíritu y que van abriendo nuevos caminos de evangelización en nuestra sociedad.
Mi felicitación a los nuevos sacerdotes, a sus familias, y especialmente a toda la familia diocesana.
+ Josep Àngel Saiz Meneses Obispo de Terrassa.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa