La Pascua de Pentecostés de este año queda profundamente marcada en nuestro obispado por la celebración, ayer sábado, del décimo “Aplec de l’Esperit” que por primera vez ha venido a Terrassa. El “Aplec”, como acontecimiento externo, es el hecho de un día. Pero de ningún modo se reduce a un día. Ni tampoco se acaba en un día.
Quisiera comentar en este escrito las tres dimensiones de este encuentro que acabamos de vivir. La primera es la dimensión festiva. El “Aplec” tiene claramente un aspecto festivo. ¿Cómo podría no tenerlo tratándose de un encuentro de jóvenes? Aunque no pueda reducirse a eso, pues sería como hacer tan sólo fuegos de artificio, ciertamente espectacular y visible, pero transitorio y aislado. Los cristianos que, según explicaba el padre Kart Rahner, vivimos cada vez más en situación de diáspora, y por tanto en un clima de soledad en el actual contexto social muy secularizado, necesitamos encontrar de vez en cuando el calor de la comunidad, donde vivir y alimentar nuestra fe.
Esta dimensión festiva ha tenido también una dimensión familiar, centrada sobre todo en la comida a la que muchos jóvenes fueron acogidos por familias tarrasenses. Y deseo aquí expresar mi agradecimiento a las familias y a los centros educativos de la ciudad y de la diócesis por su acogida a los jóvenes. La alegría y el gozo es uno de los frutos del Espíritu Santo. Y podemos afirmar que los hemos vivido en este Pentecostés.
El “Aplec” quiere ser también un impulso para los jóvenes cristianos para que sepan vivir su fe en medio de la vida ordinaria. Es la dimensión evangelizadora y misionera. Y para ello es necesario que lo que se ha vivido en el encuentro tenga incidencia en el día a día de su vida de cristianos.
Esta segunda dimensión ha tenido su momento fuerte y su concreción en la presentación de las muchas iniciativas de voluntariado y de solidaridad que nuestros jóvenes cristianos viven y promueven. La fiesta no niega el compromiso y el esfuerzo. No podemos decir que nuestros jóvenes que viven la fe huyan de sus compromisos ante la dura realidad de nuestra sociedad, marcada por la fuerte y persistente crisis económica y por las diversas formas de pobreza que produce.
La tercera dimensión del “Aplec” puede ser llamada vocacional. Este encuentro no quiere acabarse en sí mismo y así quedar estancado en el momento juvenil actual que viven sus protagonistas. Tanto el trabajo previo como el posterior quieren ayudar al joven a vivir su proceso de crecimiento que le ha de llevar hacia a etapa adulta de la fe, que cada uno de los jóvenes –chicos y chicas- ha de ir descubriendo y concretando. El “Aplec” es un hito concreto y esperamos que también importante en este proceso que es la etapa de juventud en cada persona.
Esta tercera dimensión se ha vivido sobre todo en los espacios de oración y en la celebración de la eucaristía, como acto central del “Aplec”. El lema del Encuentro ha sido éste: “Con vosotros cada día” (Mt 28,20). Ésta es la confianza de los jóvenes: que merece la pena ser cristiano y ser miembro activo de la Iglesia, porque en ella siempre están presentes Jesucristo resucitado y el Espíritu Santo, que Él envió a María y a los Apóstoles y que continua enviando, también hoy, a su Iglesia y a cada uno de sus miembros. Este Espíritu Santo es la fuente de la renovación y de la perenne juventud de la Iglesia.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa