El ambiente Navideño y la Navidad auténtica.

Hay películas, sobre todo americanas, de las que las cadenas de televisión ponen por estos días, en que siempre se alude en un determinado momento a que es Navidad y al espíritu de la Navidad. He de confesar que nunca he adivinado a qué se refiere esa expresión en concreto. Supongo que se pretende recordar que en esos días ha de reinar la paz, la concordia, la reconciliación, la generosidad, etc.  Pero uno puede preguntarse por qué han de reinar esos sentimientos especialmente en esos días y no en otros del año. No se puede estar alegre o generoso porque sí, porque toca. De ahí que paradójicamente cada vez hay más personas que se deprimen especialmente en estos días navideños. Si no se encuentra el sentido profundo, si no se responde al por qué más interior, acabaremos perdiendo la sustancia de la navidad.
En nuestro Occidente rico corremos el peligro de que la Navidad quede reducida a lo que podríamos denominar ambiente navideño: luces en las calles principales, intercambio de felicitaciones y de regalos, comidas familiares y algún detalle de solidaridad con los desfavorecidos. Y, a la vez, un consumismo que nos envuelve y nos derrota. La filosofía consumista intenta convencernos de que cuanto más consumimos, más felices somos. La sociedad de consumo se caracteriza por la provocación de necesidades falsas cuya satisfacción, en el fondo, es inalcanzable. Pero este fenómeno consumista es complejo y envolvente, y engloba factores de índole personal, cultural, económica, etcétera, de la misma forma que incluye elementos de imitación, de autoafirmación o también de ostentación. Por desgracia, quizá sea esta la época del año en que se da un mayor consumo por parte de todos. Por eso urge volver la vista a lo esencial.
Qué celebramos. Celebramos el nacimiento de Jesucristo, que se hace hombre, que entra voluntariamente en la historia humana para compartir nuestra vida. Jesucristo, la Palabra eterna del Padre que se ha encarnado, ha asumido una naturaleza humana y nos ofrece la plenitud de la vida. Jesucristo es la vida que brilla y que ilumina al mundo con su luz. Un año más contemplamos el nacimiento del niño-Dios, que es motivo de alegría y de esperanza. El Hijo eterno de Dios se hace hombre para compartir nuestra vida y para elevar a los hombres a la categoría de hijos adoptivos de Dios. Aquí radica nuestra alegría y nuestra esperanza. Alegría y esperanza tan profundas, tan intensas, que nadie nos puede arrebatar, que no pueden ser apagadas por las penas o por las dificultades.
Pero es este un misterio que requiere silencio, oración, recogimiento, contemplación. No puede pasar un año más la Navidad en medio de las prisas y el jolgorio sin que nos paremos a pensar, a profundizar en el misterio. No podemos dilapidar así el tiempo que Dios nos da, un tesoro precioso que hemos de hacer rendir al máximo. Navidad es la fiesta del amor. Es la fiesta del amor de Dios recibido y compartido por nosotros, sus hijos. Por eso es la fiesta de la reconciliación y de la paz. Dios ha salido al encuentro del ser humano. Dejemos que su luz entre hasta el fondo de nuestra vida. Vayamos al encuentro del Señor que viene a salvarnos y vayamos al encuentro de nuestros contemporáneos con un mensaje de amor, de paz, de alegría y de esperanza.
Esto es lo que pido al Señor para todos y con estas palabras quiero felicitaros la Navidad de 2006. Una felicitación que deseo hacer llegar a todos los diocesanos de nuestra joven diócesis, a los hermanos cristianos de otras confesiones, a los hombres y mujeres de todas las religiones presentes entre nosotros y a todos los hombres y mujeres, sean o no creyentes. A todos, mi deseo de una gozosa Navidad.

+Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
 

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa