La visita pastoral del obispo a una comunidad es ante todo un gesto de fraternidad. Es lo que he querido recordar y compartir en los escritos precedentes, para ir preparando el camino. Esta reflexión de hoy la dedico al antes y al después de la visita. Porque el fruto será abundante si nos esmeramos en la preparación, si la realización es seria y adecuada y también si hay continuidad en la vida de las comunidades.
Para que la visita sea realmente un acontecimiento de gracia ha de ser preparada en especial con la oración. Tanto por parte del obispo como por la comunidad. Le pido al Espíritu Santo que para vosotros y para mí sea una ocasión de gracias y amistad, porque sé que el Señor me hablará por medio de vosotros. Deseo ir a veros como lo haría Jesús, a quien San Pedro llama “pastor y obispo de nuestras almas” (1 Pe 2,25) y, al final de su primera carta, llama también a Jesús “pastor supremo” (1 Pe 5,4). Carecería de sentido ir a vuestro encuentro, si no fuera “en el Nombre del Señor”, en el nombre de Jesucristo resucitado y vivo, real y misteriosamente presente entre vosotros.
No se pretende agobiar a las comunidades con nuevos trabajos con motivo de la visita, pero ésta ha de ser preparada. Es una ocasión para revisar cómo estamos y para compartirlo con el pastor de la diócesis y con sus más inmediatos colaboradores en la realización de la visita.
Será un momento oportuno para tomar conciencia de la propia realidad, de la riqueza o pobreza de nuestros medios para la evangelización, de la ilusión o el desánimo de los colaboradores de la tarea pastoral, del grado de compromiso y entrega al servicio de los más desfavorecidos del ambiente humano en que está inserta la comunidad cristiana. No se trata de “quedar bien”, o de “dorar la píldora”, porque esto sería engañarnos. Seamos verídicos y realistas, lo cual está en la mejor tradición cristiana. Personalmente, deseo poder cumplir lo que aconseja el Directorio para el ministerio pastoral de los obispos: “que lleguen a todas las categorías sociales y a todas las personas, inclusive aquellas alejadas de la práctica religiosa”.
El obispo debe preparase adecuadamente para efectuar la visita, informándose con anticipación sobre la situación socio-religiosa de la parroquia. Estos datos pueden serle útiles a él y a las secciones diocesanas interesadas para tener un cuadro real del estado de la comunidad y decidir las medidas oportunas.
Concluida la visita pastoral a las parroquias, es oportuno que se redacte un documento en el que se recuerde el desarrollo de la visita, se reconozcan los esfuerzos pastorales y se señalen los puntos para un camino más coherente y más misionero de la comunidad. “Sin omitir –señala también el Directorio citado antes- las indicaciones sobre el estado de las estructuras físicas, de las obras pastorales y de otras eventuales instituciones pastorales”.
En resumen: todos cuantos colaboramos en la visita pastoral hemos de tener el propósito de llevarla a cabo de tal manera que sea un auténtico momento de gracia para la diócesis y para cada comunidad parroquial, educativa o de carácter social o apostólico.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa