El carisma de la madre Anna M. Janer

      Este fin de semana, en Cataluña, hemos vivido la beatificación de la Madre Anna Maria Janer Anglarill (Cervera,1800 - Talarn,1885), celebrada ayer sábado en la catedral de la Seu d’Urgell. El pasado domingo, en esta comunicación, recogí algunos datos de su biografía. Hoy deseo destacar su “carisma”, es decir, aquella gracia o don que recibió del Señor, que ella vivió de forma heroica y que legó a sus hijas espirituales, las religiosas Hijas de la Sagrada Familia de Urgell.

     Su “carisma” no es una construcción teórica, sino algo que se deduce de los hechos de su vida. A los 18 años, la encontramos sirviendo a los pobres en el hospital de Cervera y también dando clases y enseñando el catecismo en el Real Colegio de Educandas de la misma ciudad.

     En medio de las tres guerras carlistas que marcaron su tiempo, la apellidada por ambos bandos como “la Madre”, se hizo cargo de los hospitales de campaña de diversas localidades, supliendo una carencia sanitaria de su tiempo. Nos cuesta hoy apreciar el valor del servicio que ella y sus compañeras realizaban.

     En los pocos periodos de paz su vida transcurrió entre la atención a los enfermos más pobres y ancianos de los hospitales – fundó varios en localidades de nuestra tierra- y la educación de la infancia y la juventud. Podríamos decir que la conocida como “la madre Janer” fue una Teresa de Calcuta catalana en medio del convulso siglo XIX. Los historiadores hablan en este siglo del “paso de los santos” por Cataluña. A esta lista desde ayer podemos añadir el nombre de Anna Janer..

     Amar y servir en todo a Jesucristo en los pobres, en los ancianos y en los pequeños fue el lema de su vida. También fue su carisma. El amor a Jesucristo fue el ideal supremo de su vida y la razón de su donación incondicional a sus hermanos y hermanas más pobres.

     Los santos y santas del siglo XIX nos dejaron un mensaje que es totalmente válido, también hoy, para los cristianos y cristianas de nuestra tierra: que la fe cristiana es –ha de ser siempre- una llamada al servicio a los hombres y mujeres de la sociedad en sus diversas necesidades.

     Hablamos hoy de una Iglesia pobre y servidora. Aquellos hermanos y hermanas nuestros de hace dos siglos lo comprendieron muy bien en sus santos y en sus santas. Procedentes muchos de ellos del claustro, se lanzaron a crear congregaciones llamadas de vida activa, sobre todo en dos campos especialmente necesitados entonces: la educación y la sanidad; y en dos franjas de la población muy necesitadas de atención: la infancia y la ancianidad.

     Nos unimos al gozo de las Hermanas de la Sagrada Familia de Urgell, tan presentes en nuestra diócesis, en la que tienen su casa general, en Rubí, además de otras obras. La beatificación ha tenido lugar en Urgell, diócesis en la que trabajó y en la que su memoria y la actividad actual de su congregación es especialmente viva.

     Actualmente, la sociedad ha progresado en la atención a estas necesidades por medio frecuentemente de obras seculares atendidas por personal laico profesionalizado. Esto representa un claro progreso social. Pero siguen siendo necesarias obras sociales de inspiración cristiana como aquellas que, en circunstancias mucho más difíciles que las actuales, y en nombre de su fe, creó aquella hija de Cervera a la que todos llamaban “la Madre”. Un título que por su humanidad era ya muy cercano al actual reconocimiento oficial por la Iglesia de su heroicidad como cristiana.

     + Josep Àngel Saiz Meneses 

     Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa