El domingo pasado escribí unas reflexiones inspiradas en Blas Pascal para introducirnos en la Semana Santa. Hoy deseo completarlas para ambientar la celebración de la Pascua, la mayor fiesta cristiana del año.
Recordemos que Pascal establece tres órdenes, de menor a mayor. El primero es el orden de las cosas naturales; el segundo orden es el de la inteligencia; el tercero y superior es el orden de la caridad, del amor, de la bondad. En sus Pensamientos se refiere a los tres grandes signos de la credibilidad de la fe cristiana: los milagros, las profecías, la santidad.
Pero para él, más que los milagros y las profecías, la gran prueba de la verdad cristiana es el amor de Cristo. La Pascua de Cristo, el Dios crucificado y resucitado, es la clave de interpretación de toda la fe cristiana. La santidad de Cristo, que es la de Dios, lo supera todo, explica el sentido de todo. Cristo en su Pascua es el signo supremo de la fe.
En uno de sus Pensamientos, para llevar al no creyente a la fe, Pascal pone en los labios de Cristo estas palabras interpeladoras: “He pensado en ti en mi agonía; he vertido por ti algunas gotas de mi sangre” (n.553). Este es el signo supremo. Jesucristo se sitúa en el orden de la santidad, el orden de la caridad. Y este orden Cristo lo cumple enteramente. La gran prueba del cristianismo es el Amor crucificado por nuestra salvación, y resucitado por el Padre y por el poder del Espíritu Santo.
Indicando el pecado original como la clave de interpretación de la condición humana, el cristianismo responde a este misterio con otro misterio. Por haber querido constituirse en el centro del mundo, el hombre rompió la armonía con Dios, con la creación, consigo mismo. Cayó en un vacío casi infinito. Al misterio del pecado original, capaz de explicar nuestra miseria, responde el misterio de nuestra redención que pone remedio al pecado. El cristianismo ofrece sentido y ofrece remedio.
Pascal explica como en Jesucristo la condición humana encuentra un sentido a sus heridas y contradicciones. Grandeza y miseria humanas son asumidas y redimidas por el Hijo de Dios hecho hombre. Con su cruz nos redime del pecado; fue su abajamiento hasta tomar la condición de esclavo y una muerte de cruz. Pero su resurrección es gracia y elevación para él como “primogénito entre muchos hermanos”.
“Sólo el amor es digno de fe”, puso como título de uno de sus libros el gran teólogo Urs von Balthasar. Una sentencia que Pascal subrayaría con gusto. Por eso, ante la Pascua, el Cristo crucificado nos interpela y nos cuestiona sobre su ponemos o no ponemos en él nuestra confianza.
Nos rodea un mundo difícil, en el que están presentes el mal y el pecado, en el que podemos perder la esperanza y caer en el cinismo práctico. Pero la Iglesia, en esta noche de pascua, en la Vigilia Pascual, ha reafirmado su esperanza, al decir en el pregón pascual estas palabras: “¡Oh feliz culpa que nos ha merecido un tan grande Redentor!”.
Deseo a todos una santa, gozosa y esperanzada Pascua de resurrección.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa