El encuentro de Jesús con el rico Zaqueo

En este escrito, dirigido a los jóvenes no practicantes en materia religiosa o alejados de la Iglesia, me gustaría proponer unas reflexiones sobre el encuentro de Jesús con el rico Zaqueo, un encuentro primero circunstancial que pasó a ser después un encuentro profundo. Los encuentros de la vida diaria también oscilan de las pocas palabras circunstanciales o de mero compromiso hasta las más reveladoras de nuestra intimidad. Van desde el nivel de un encuentro en el ascensor ("¡Vaya tiempo que hace!"), al nivel del diálogo con el antiguo conocido con el que te encuentras casualmente ("¡Hombre, cuánto tiempo! Oye, nos hemos de ver. ¡Nos llamamos!"), pasando por el nivel de la conversación con los compañeros de trabajo, para llegar al nivel de relación con los amigos y sobre todo con los amigos íntimos, a los que abrimos el corazón. Si en el siglo I se hubiese hecho un estudio sociológico sobre la religiosidad de los israelitas, no sé en qué grupo se hubiese incluido a  Zaqueo. Si en el grupo de los judíos practicantes, en el de los indiferentes o en el de los no creyentes. Lo que sí sé bien es que hubo un día en que cambió radicalmente su vida, cuando se encontró con Jesús. Acerquémonos a la narración evangélica: "Entró Jesús en Jericó y cruzaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: "Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa". Se apresuró a bajar y lo recibió con alegría. Al verlo, todos murmuraban diciendo: "Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador". Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: "Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré cuatro veces más". Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido" (Lc 19,1-10). El relato de san Lucas es escueto y no lo explica todo, pero no es difícil imaginarse que a lo largo de aquella velada hubo un diálogo entre Jesús y Zaqueo. Un diálogo que penetró hasta lo más hondo de su corazón, que cambió por completo su existencia. Los publicanos acumulaban grandes riquezas a base de explotar a sus connacionales y, por tanto, eran considerados como pecadores públicos. Ningún judío piadoso debía tratar con un publicano, pues quedaba contaminado. Vivían una especie de marginación, aunque fueran potentados. Pero Zaqueo tiene inquietud, o por lo menos curiosidad, y acoge a Jesús en su casa con alegría. Y ese encuentro cambia su corazón y se convierte: "Daré la mitad de mis bienes…" Convertirse es dejarse transformar por Cristo, que nos llama a una relación personal y profunda de amistad con él. "No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer". ¿Qué hemos de hacer para establecer una comunicación sincera con los jóvenes alejados de la vida cristiana y de la Iglesia? Ante todo, confiar en la gracia de Dios, que es la que pude abrir su corazón a Jesucristo. Y después esforzarnos para que vean en la Iglesia una casa –su casa- que los acoge y valora lo que son y lo que aportan a toda la comunidad cristiana. Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa

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