El papa Francisco en su primer encuentro con los periodistas, tras su elección como papa, les dijo: “¡Cómo deseo una Iglesia pobre y para los pobres!” Este deseo lo ha repetido después y no podía faltar entre los frutos que él espera del Jubileo de la Misericordia.
En la bula del Año Santo recuerda el Papa el episodio en que Jesús volvió a Nazaret y fue el sábado a la sinagoga. Se levantó y leyó un texto del profeta Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (Is 61,12).
En aquella ocasión el Señor anunció un año de gracia, y también es lo que nosotros debemos vivir en este Año Santo. La misión de Jesús está reflejada en las palabras del profeta Isaías, e igualmente es misión nuestra llevar la buena nueva a los pobres a través de palabras y gestos de consolación; anunciar la liberación a cuantos están prisioneros de las nuevas esclavitudes de la sociedad moderna; devolver la vista a quienes han quedado ciegos porque de tanto egoísmo y egocentrismo, sólo se ven a sí mismos y a su propio interés; hacer presente el amor y la gracia de Dios.
En esta Pascua de Pentecostés, hemos de esforzarnos en que uno de los frutos del Año Santo consista en que, por el impulso del Espíritu Santo, la Iglesia sea verdaderamente pobre y al servicio sobre todo de los pobres. Cada comunidad concreta y cada cristiano en particular, estamos llamados a trabajar en la liberación y promoción de los más necesitados, de manera que se curen sus heridas, queden capacitados para vivir por sus medios, puedan integrarse plenamente en la sociedad, y sean acogidos en la comunidad cristiana. En este trabajo, no puede faltar jamás el signo de nuestra opción por los últimos, por aquellos que la sociedad desecha y llega a descartar.
El Papa quiere una “Iglesia pobre para los pobres”, y nos recuerda que ellos tienen mucho que enseñarnos, y que es necesario que también nosotros nos dejemos evangelizar por ellos. Nuestro compromiso comporta programas y acciones de asistencia y promoción, de cambio de estructuras y denuncia. También comporta hacerse uno con ellos hasta el punto de que se sientan en casa, en familia, acogidos; y finalmente, nuestra opción por ellos ha de traducirse en atención espiritual, una atención religiosa prioritaria para que recuperen plenamente su dignidad de hijos de Dios.
Los cristianos hemos de dar respuestas des de la fe. Puedo decir que los cristianos de nuestra diócesis de Terrassa no son esquivos en cuanto a la práctica de las obras de misericordia, tanto de las corporales como las espirituales, que el Papa nos propone como uno de los frutos del actual Jubileo. Doy gracias a Dios por las numerosas iniciativas que nuestros fieles realizan a favor de los pobres de hoy, sobre todo a favor de las personas que sufren las consecuencias de la crisis económica, que ha agudizado el problema de la falta de trabajo y el consecuente paro laboral. Lo puedo constatar en mis encuentros con los responsables de Cáritas, tanto de la Diocesana como la de las diversas parroquias. Lo puedo observar en mis visitas a las parroquias, en especial con ocasión de la realización de la Visita Pastoral, que me permite un contacto más detenido con las iniciativas que llevan a cabo las comunidades cristianas.
Demos gracias al Espíritu Santo que suscita siempre en la Iglesia nuevas iniciativas para poner en práctica la misericordia que nuestro mundo tanto necesita.
+ Josep Àngel Saiz Meneses Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa