El Espíritu Santo y la misión de la Iglesia

      En esta Pascua de Pentecostés deseo referirme a la misión del Espíritu Santo en relación con la Palabra de Dios y la vida de la Iglesia. Benedicto XVI, en la exhortación apostólica “la Palabra del Señor”, nos recuerda que “la Palabra de Dios se expresa con palabras humanas gracias a la obra del Espíritu Santo. La misión del Hijo y la del Espíritu Santo son inseparables y constituyen una única economía (o plan divino) de la salvación”. Por esto, el Papa cita un bello pensamiento de San Ireneo de Lyon, que llama a Jesucristo y al Espíritu Santo “las dos manos del Padre”.

     Y plantea el Papa un paralelismo entre el misterio de la Encarnación y la inspiración sagrada de la Biblia al decir que “el mismo Espíritu que actúa en la encarnación del Verbo, en el seno de la Virgen María, es el mismo que guía a Jesús a lo largo de toda su misión y que será prometido a los discípulos. El mismo Espíritu, que habló por los profetas, sostiene e inspira a la Iglesia en la tarea de anunciar la Palabra de Dios y en la predicación de los Apóstoles; es el mismo Espíritu, finalmente, quien inspira a los autores de las Sagradas Escrituras” (VD n. 15).

     El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad y es gracias a él que podemos comprender las palabras del Señor. Así lo prometió Jesucristo a su Iglesia. Benedicto XVI aporta el testimonio significativo de antiguas oraciones de la liturgia  que invocan así al Espíritu Santo antes de la proclamación de las lecturas. “Envía tu Espíritu Santo Paráclito sobre nuestras almas y haznos comprender las Escrituras inspiradas por él; y a mí concédeme interpretarlas de manera signa, para que los fieles aquí reunidos saquen provecho” (VD n.16).

     En esta solemnidad de Pentecostés se celebra también el día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar. Es una buena ocasión para recordar que la misión de anunciar la Palabra de Dios es un cometido de todos los discípulos de Jesucristo, como consecuencia de su bautismo. Ningún creyente en Cristo puede sentirse ajeno a esta responsabilidad. Y esta conciencia misionera hay que reavivarla en cada familia, en cada parroquia, en cada comunidad, asociación y movimiento eclesial. Deseo expresar mi reconocimiento y mi gratitud a todos aquellos cristianos y cristianas que colaboran de diversas maneras a la obra evangelizadora y misionera de la Iglesia, tanto aquí como en los territorios misionales clásicos.

     Esta segunda Pascua se llama también la “Pascua granada”, porque el mismo Espíritu Santo es el primero y más grande fruto de la Redención obrada por Jesucristo.  Desde ahora os ruego que pidamos al Espíritu Santo que nos conceda unos frutos espirituales abundantes en la ya cercana Jornada Mundial de la Juventud, a celebrar en el próximo agosto, tanto en las diversas diócesis acogiendo a los jóvenes en camino hacia Madrid, como en los actos centrales presididos por el Papa en la capital de España del 16 al 21 de agosto.

     El proyecto pastoral de la JMJ no sólo implica a los jóvenes sino a todo el Pueblo de Dios que es fortalecido por el entusiasmo e impulso de su fe joven. Se trata de hacer a los jóvenes protagonistas. Los jóvenes cristianos, corresponsables con toda la Iglesia de su misión evangelizadora, están llamados a participar activamente en la vida de la Iglesia, celebrar su fe y asumir sus responsabilidades siendo protagonistas de la evangelización y artífices de la renovación de la sociedad.

     Deseo a todos una santa Pascua de Pentecostés.

      

     + Josep Àngel Saiz Meneses

     Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa