El próximo domingo, día 17 de enero, se celebra la Jornada Mundial de las Migraciones, que este año lleva por lema “Los menores inmigrantes y los refugiados. Es mucho lo que compartimos”. Éste es un tema que afecta al mundo entero y que entre nosotros tiene una actualidad especial a causa del hecho creciente de la inmigración, un hecho que no puede dejar de ser un reto para nosotros, cristianos de una tierra de acogida de una población inmigrante integrada por personas adultas, pero también por niños y adolescentes.
El 27 del pasado noviembre, el Papa publicó un mensaje muy concreto y determinado sobre esta jornada. En él Benedicto XVI invita a “todos los cristianos a tomar conciencia del reto social y pastoral que plantea la condición de los menores de edad inmigrantes y refugiados”. Y dice textualmente que “la acogida y la solidaridad para con el extranjero, en especial si se trata de niños, ha de convertirse en un anuncio del Evangelio de la solidaridad”.
Me ha parecido muy oportuna esta expresión del “Evangelio de la solidaridad” porque el Evangelio es en sustancia, para nosotros, la persona misma de Jesucristo, lo que Él hizo y dijo, y resulta evidente a todo aquel que se acerca a la vida de Jesús la conducta solidaria y compasiva del Señor con sus contemporáneos más afectados por el dolor y todo tipo de sufrimiento.
Jesús mostró un amor especial hacia los niños. Y el Santo Padre, en su mensaje para esta jornada, no se olvida de recordar que “Jesús mismo, siendo niño, vivió la experiencia de ser un emigrante cuando tuvo que refugiarse con sus padres en Egipto al huir de las amenazas de Herodes (Mt. 2,14).
En el mundo de los inmigrantes o de los refugiados hay muchos niños y adolescentes que –afirma el Papa- “han de poder asistir a la escuela e integrarse después en el mundo del trabajo”. Es necesario que su integración social sea facilitada “gracias a unas estructuras educativas y sociales adecuadas que respeten la Convención de los Derechos de la Infancia”. Según las cifras de las Naciones Unidas la mitad de los refugiados que hay hoy en todo el mundo son jóvenes.
La cuestión de la formación tiene una especial trascendencia en el caso del niño inmigrante. Por eso, en nuestras diócesis, el lema general de la Jornada del próximo domingo se ha concretado diciendo que “la formación da oportunidades, elimina diferencias”.Esto comporta que todos los niños inmigrantes puedan beneficiarse del acceso a la educación, a los servicios de la salud, a una vivienda digna.
La Iglesia no puede dejar de manifestar, con hechos y palabras, una solicitud hacia los que viven en la condición de inmigrantes o de refugiados. Los padres jesuitas, por una iniciativa ejemplar del Padre Arrupe, han organizado un útil Servicio para los Refugiados y otras iniciativas de todo tipo que concuerdan con el Evangelio de la solidaridad. Nuestra diócesis tiene previsto dedicar una especial atención a este tema durante el próximo curso pastoral. Más adelante se informará de nuestros propósitos en este sentido. Pero ya desde ahora hemos de estar dispuestos a dar acogida a los niños y jóvenes inmigrantes, como cristianos que no podemos cerrarnos ante los que llaman a nuestra puerta. Acogerlos, formarlos bien es una manera muy eficaz de trabajar para el bien común de nuestra sociedad.
Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
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Obispo de Terrassa