El éxodo espiritual de la Cuaresma

Estamos inmersos en el tiempo de Cuaresma. Tiempo para acompañar a Jesucristo en su estancia en el desierto. Los cuarenta días –esta es la etimología de la palabra “Cuaresma”- en que Jesús asume su mesianismo de servicio y de oblación de sí mismo para la salvación del mundo. Los cuarenta días de la Cuaresma son la ocasión oportuna para vivir la “espiritualidad del éxodo”, los largos años –cuarenta- de peregrinación del pueblo de Israel en camino hacia la tierra prometida. Una tierra prometida que para los cristianos es la vida eterna, iniciada ya por la gracia durante nuestra peregrinación terrenal.

 

Creo que en este tiempo de Cuaresma nos puede ayudar una reflexión que el Papa Francisco nos propone con frecuencia. Una de las expresiones que utiliza más habitualmente es “la salida de uno mismo”, o bien “el éxodo de uno mismo”. El éxodo de sí mismo es, según él, el movimiento que ha de caracterizar la vida del cristiano y, por extensión, la vida de la misma Iglesia. Se trata de salir de uno mismo para llegar donde está el otro con la finalidad de paliar su sufrimiento y trabajar para que pueda desarrollarse plenamente como ser humano.

 

En nuestra sociedad actual podemos encontrar muchos elementos positivos y también otros que son manifiestamente mejorables. La Cuaresma, tiempo de ejercicio, de esfuerzo, de sacrificio, de conversión, es un tiempo propicio para superar el egoísmo, el egocentrismo, el narcisismo que todos llevamos dentro y que resulta tan contagioso.

 

La persona egocéntrica y narcisista tiende a considerarse a sí  misma especial y superior a las demás. Su centro de interés siempre es ella misma, por eso no suele captar las necesidades de los demás ni empatiza en absoluto con los que le rodean. Le molesta el éxito de los demás, que nunca reconocerá. Al contrario, su tendencia es a exagerar las propias capacidades y logros, por exiguos que sean, y esperar que los demás los reconozcan y elogien sin mesura. Por eso tienden  a hablar siempre de sí mismas reclamando la admiración de los demás y usando continuamente el pronombre personal de primera persona,“yo” en lugar del “nosotros”.

 

Es urgente que avancemos en la espiritualidad del éxodo que nos propone el Papa. El éxodo de sí mismo es un movimiento de descentramiento, que consiste en no ponernos nosotros en el centro, sino en poner a Cristo, de manera que cuando ponemos al Señor en el centro, Él nos mueve necesariamente hacia los demás. En su discurso a los participante en el Congreso Internacional sobre la catequesis, el Papa exhortó a los catequistas a transmitir la fe, a salir de sus entornos cómodos, a abrirse a los demás, adecuando el mensaje liberador de Cristo a cada situación y a cada contexto.

 

“Caminar desde Cristo –dice el Santo Padre- significa imitarlo en salir de sí mismo para ir al encuentro del otro. Esta es una experiencia bonita y bastante paradójica. ¿Por qué? Porque quien pone a Cristo en el centro de su vida, se descentra. Cuanto más te unes a Jesús y él se convierte en el centro de tu vida, más te hace salir de ti mismo, te descentra y te abre a los demás. Este es el verdadero dinamismo del amor; este es el movimiento de Dios mismo”.

 

El éxodo de uno mismo es la condición de posibilidad de la “cultura del encuentro” que el Papa Francisco defiende en muchos de sus discursos. El éxodo de sí mismo es la condición indispensable para alcanzar el encuentro”, tanto con el prójimo como con Dios.

 

+ Josep Àngel Saiz Meneses

 

Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa