El movimiento misionero hacia todas las periferias

            Con el domingo del Bautismo del Señor acaba el tiempo de Navidad y volvemos al ciclo de los domingos del tiempo llamado ordinario hasta que comencemos la etapa de la Cuaresma y la Pascua.

            Es muy frecuente que en los baptisterios haya una imagen del bautismo de Jesús en el Jordán. Este es un misterio de su vida que constituye una de sus manifestaciones; es una nueva epifanía  que se añade a la epifanía de la llegada de los Reyes Magos y se completa con su manifestación en el milagro obrado en las bodas de Caná de Galilea.

            El bautismo de Jesús en el Jordán es el inicio de su misión  mesiánica. Jesús quiso recibir el bautismo que administraba Juan, bautismo de conversión, sin que él necesitase el perdón de los pecados, pues él venía precisamente a quitar el pecado del mundo. Descender a las aguas del Jordán era ya un anuncio de la Pascua de Cristo: su muerte –que él llamó precisamente su “bautismo”- y su resurrección, que destruiría el pecado y abriría a todos la puerta de la salvación.

            Una vez salido Jesús de las aguas del río, el Padre del cielo y el Espíritu Santo manifestaron con signos extraordinarios que aquel que se había acercado a la orilla del Jordán como uno más entre los muchos bautizados por Juan, era, en realidad, el Hijo amado de Dios, llamado a comunicar a los hombres el don del Espíritu Santo.

            Terminada la “epifanía” del Jordán, Jesús se dirige al desierto y después comienza su actividad misional en la Galilea de los gentiles, una zona de periferia con respecto a Jerusalén. ¿Qué nos indica este hecho a los cristianos de hoy? Algo que el Papa nos propone a menudo: ser una Iglesia “en salida”, entregada y servidora del movimiento misionero hacia todas las periferias.

El Papa Francisco impulsa una pastoral misionera que mueva a toda la Iglesia a ir a todos los seres humanos. Ello implica pasar de una pastoral que él llama autorreferencial, sedentaria y estática, a otra abierta, itinerante. La pastoral debe concretar ese proceso misionero permanente que quiere ir hacia todos y llegar a todos. Especialmente se verifica en el deseo de la Iglesia por llegar a los últimos, a los olvidados que Dios no olvida.

La vida eclesial se realiza de una parte con la comunión que congrega y reúne, y por otra parte, con la misión que proyecta, que hace salir fuera y que dinamiza. Por eso, en nuestra actividad pastoral se ha de dar el doble movimiento permanente de ir hacia las periferias humanas y, a su vez, reunirse en el centro que es Cristo en la eucaristía. “Donde está Cristo, allí está todo el centro”, dijo en frase bellísima una vez el papa Benedicto XVI. Es el doble movimiento de la comunión y la misión.

 Acabamos de iniciar un nuevo año civil. Será difícil y complicado en no pocos aspectos. ¿Con qué espíritu lo hemos de caminar en él los cristianos y toda la Iglesia? Con actitudes de realismo, servicio y esperanza. La “epifanía” del río Jordán y los hechos sucesivos de la vida de Jesús nos lo revelan como el “siervo de Yahvé”, como el justo sufriente que pone su vida al servicio de la salvación de todos. La Iglesia está llamada a imitarle, viviendo una “salida” constante hacia todas las periferias, con espíritu de servicio, a imitación de aquel “Siervo sufriente” de Dios Padre que describió profundamente el profeta Isaías y que vemos hecho realidad en Jesucristo.

             El próximo domingo conferiré el presbiterado a dos diáconos de nuestra diócesis: Emmanuel Pujol y Albert Agib. Es una buena noticia para nuestra joven diócesis y para toda la Iglesia. Que el Señor los bendiga y los llene de celo evangelizador y de espíritu de servicio, a imitación de Aquél que los llama a compartir vida y misión.

 

 

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa