En este comentario deseo reflexionar sobre un aspecto de los hechos que hemos vivido en los pasados meses y que cabría enunciar de esta manera: la ejemplar transición entre el Papa emérito, Benedicto XVI, y el actual Papa Francisco. Se ha evidenciado entre ambos un clima fraternal que ha sido un verdadero ejemplo para todos cuantos han podido observarlo.
Benedicto XVI, en sus palabras de despedida al colegio de cardenales, les decía que el nuevo Papa estaba entre ellos, y que le prometía, ya desde aquel momento, su “obediencia y reverencia”. Y el Papa Francisco no ha perdido ocasión para expresar su afecto y gran estima a su antecesor. Ya le recordó en sus primeras palabras como Papa al dar la bendición urbi et orbi, el 13 de marzo pasado. “Ante todo –dijo- quisiera pediros una oración por nuestro obispo emérito, Benedicto XVI. Oremos todos juntos para que el Señor le bendiga y la Madre de Dios lo proteja”. Y fue entonces cuando invitó a todos a rezar con él el padrenuestro, el ave maría y el gloria.
El 15 de marzo, en el discurso a todos los cardenales, fue cuando realizó el elogio más amplio de su antecesor: “En estos años de pontificado –dijo- ha enriquecido y fortalecido a la Iglesia con su magisterio, su bondad, su guía, su fe, su humildad y su mansedumbre”. Un conjunto de sustantivos que componen un muy buen retrato del Papa Ratzinger. Alabó la dedicación de éste al ministerio de obispo de Roma y sucesor de san Pedro “con sabiduría y humildad, con la mirada siempre fija en Cristo, Cristo resucitado, presente y vivo en la Eucaristía”.
La expresión “con la mirada siempre fija en Cristo” es una cita explícita de la carta apostólica de Benedicto XVI Porta fidei (n. 13), con la que convocó el Año de la Fe, que estamos celebrando actualmente y que concluirá con el año litúrgico, el 24 del próximo noviembre. En este mismo encuentro con los cardenales, el nuevo Papa hizo suya esta última propuesta espiritual y misionera del Papa anterior al decir que “estimulados también por la celebración del Año de la Fe, todos juntos, pastores y fieles, nos esforzaremos por responder fielmente a la misión de siempre: llevar Jesucristo al hombre y conducir al hombre al encuentro con Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, realmente presente en la Iglesia y contemporáneo de cada hombre”. Es éste un lenguaje claramente misionero y evangelizador, que es como un puente de unión entre ambos pontificados.
Vendrían después otros hechos, que todos recordamos, como la visita de Francisco a Benedicto en Castelgandolfo, su invitación a orar juntos en la capilla, arrodillados uno junto al otro, después de decirle sencillamente. “Somos hermanos” y el recibirle a la puerta de la que es ahora su residencia en el monasterio situado en el recinto vaticano.
Todo lo cual manifiesta lo que cabría calificar de una transición modélica, aunque cada Papa está llamado a aportar a la Iglesia y al mundo su propio carisma y su manera concreta de realizar su misión.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa