En un anterior escrito, presenté el conjunto de la exhortación apostólica de Benedicto XVI “La Palabra del Señor”, en la que propone a toda la Iglesia las conclusiones del Sínodo de los Obispos del año 2008. Me parece que es un documento muy oportuno para el actual tiempo de Cuaresma. En este escrito deseo referirme al capítulo primero del documento titulado “el Dios que habla”.
Repetidamente el Papa nos dice que la Palabra de Dios no es un libro sino una Persona, Jesucristo, la Palabra hecha carne. El primer capítulo –que va del párrafo 6 al 21- es una síntesis sobre la revelación divina, formulada a partir del misterio de la Santísima Trinidad. Uno de los temas de esta parte que resulta más sugerente es el titulado “Realismo de la Palabra” (n. 10).
La naturaleza, el cosmos, el universo creado, ya es una primera manifestación de Dios. Es el que el Papa llama el Liber naturae –Libro de la naturaleza-, en el que los hombres ya podemos encontrar una primera aproximación al amor de Dios que se revela. La encarnación del Verbo es la culminación de la revelación: Dios habla a los hombres en palabras humanas, se presenta en medio de ellos con un rostro humano. En Jesucristo, todo es Palabra de Dios, palabra definitiva. El Papa cita a San Juan de la Cruz que escribió bellamente que el Padre “en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra”.
La condescendencia de Dios al manifestarse se cumple de manera insuperable en la encarnación del Verbo. La palabra eterna, que se expresa en la creación y se comunica en la historia de la salvación, en Cristo se ha convertido en un hombre “nacido de una mujer” (Ga 4,4). La Palabra, entonces, no se expresa principalmente mediante un discurso, con conceptos o con normas. Aquí nos encontramos ante la persona misma de Jesús. Su historia concreta, única y singular, es la palabra definitiva que Dios dice a la humanidad.
En este contexto, el Papa cita el comienzo de su primera encíclica, un texto muy expresivo que dice así: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”.
La Palabra divina se expresa verdaderamente con palabras humanas. Y estas palabras, consignadas mediante la inspiración del Espíritu Santo en las Sagradas Escrituras, están destinadas a hacerse visibles, por la acción del Espíritu Santo, en la predicación y en la vida de la Iglesia. La relación entre la Palabra, el Espíritu y la Iglesia es el punto nuclear de este primer capítulo y es el fundamento de todo lo que expone el Papa sobre la unidad entre Tradición y Escritura y sobre la inspiración y la verdad de la Sagrada Escritura.
Por ello, ser realista, para el discípulo de Cristo, es construir la propia vida sobre la palabra de Cristo. “La Palabra de Dios –dice el Papa- nos impulsa a cambiar nuestro concepto de realismo: realista es quien reconoce en el Verbo de Dios el fundamento de todo”. Y observa que de esto tenemos especial necesidad en nuestros días, en que muchas cosas en las que se confía para construir la vida se demuestran efímeras. “Antes o después, el tener, el placer y el poder se manifiestan incapaces de colmar las aspiraciones más profundas del ser humano”.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa