Hoy celebramos el Día del seminario, una jornada propicia para reflexionar sobre la vocación al sacerdocio y sobre el ministerio sacerdotal. Es también muy importante nuestra plegaria y la colaboración en todos los niveles. El progresivo descenso de las vocaciones sacerdotales que se da en Occidente en los últimos años preocupa a los pastores y también a las comunidades eclesiales.
Somos todos responsables en el trabajo de la pastoral vocacional, desde el Obispo hasta los animadores de la pastoral con los jóvenes, pasando por los presbíteros, religiosos y laicos, especialmente los catequistas, los profesores y los educadores. Una responsabilidad particular está confiada a la familia cristiana, que ha de acoger generosamente el don de la vida y valorar la vocación sacerdotal de un hijo como un gran regalo de Dios. En lo referente a la pastoral de juventud, su objetivo consiste en propiciar en el joven un encuentro con Cristo que le haga descubrir en Él la plenitud del sentido de su existencia. La dimensión vocacional forma parte de la pastoral juvenil, más aún, podemos afirmar que en la pastoral juvenil tiene su espacio natural.
Quien llama es Dios. Toda vocación cristiana viene de Dios, es un don de Dios. La historia de toda vocación y en particular de la vocación sacerdotal, es la historia de un diálogo inefable entre el amor de Dios que llama y la libertad del hombre que responde. Este modelo de llamada y de respuesta siempre aparece en las escenas vocacionales a lo largo de la Sagrada Escritura y de la historia de la Iglesia. Ahora bien, hemos de subrayar que la iniciativa de la llamada siempre pertenece a Dios. Queda bien reflejado en las palabras de Jesús a sus apóstoles: “No sois vosotros quienes me habéis elegido; soy yo quien os he elegido y os he confiado la misión de ir por todo el mundo para dar fruto, y un fruto que perdure siempre” (Ju 15,16).
Esta iniciativa de Dios en el acto vocacional exige un respeto absoluto por parte de las personas que colaboran en el discernimiento. No caben las presiones o manipulaciones en orden a decantar la respuesta, ni tampoco esta iniciativa y don de Dios pueden ser sustituidos por la voluntad personal. La vocación sacerdotal es un don de Dios y no un derecho del hombre, y en consecuencia, no se puede considerar como un simple proyecto personal, ni tampoco se ha de buscar como un tipo de promoción. El sacerdocio es un misterio, un don de Dios que se recibe y que se hace fructificar excluyendo cualquier tipo de interés personal, sino al contrario, se ha de acoger con gratitud y se ha de ejercer con espíritu de servicio.
Celebramos el Día del Seminario. El Seminario es el corazón de la diócesis y en el Seminario nos jugamos el futuro de nuestra joven diócesis. El Señor, estoy muy seguro de ello, quiere bendecirnos con abundantes vocaciones. Más allá de las dificultades, recordemos una vez más que la iniciativa es suya. Pido a los jóvenes cristianos que estén abiertos al proyecto que Dios tiene para ellos y que sean receptivos a su llamada. Así vivirán realmente el lema que nos ha propuesto el Santo Padre para el Año Sacerdotal: fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote. Cristo no nos falla nunca; los sacerdotes estamos llamados a serle siempre más fieles. Si lo hacemos, no lo dudemos, él nos bendecirá con nuevas vocaciones, que son y serán el futuro de nuestra diócesis.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa