El tercer hijo de la parábola.

En mi escrito del domingo pasado comenté la parábola del hijo pródigo. En esta maravillosa parábola, Jesucristo nos revela a Dios como un Padre tierno y entrañable. Un padre que es coherente con su paternidad y por eso perdona, acoge de nuevo y se alegra de recuperar al hijo que se marchó de casa. Así respeta Dios nuestra libertad, así nos espera, así nos perdona, así se alegra de nuestro retorno. Así procede con todos sus hijos. Así procede ante nuestra miseria y nuestros pecados. Así nos ama Dios.
 Nosotros también actuamos como hijos pródigos cada vez que pedimos la herencia a Dios y nos alejamos de su casa, nos degradamos y perdemos la conciencia de nuestra filiación y, apartándonos de su guía y de su amor, nos deshumanizamos. Dejar la casa paterna significa negar la realidad espiritual de nuestra pertenencia a Dios, de que él es nuestro único fundamento.
 Quizá a menudo actuamos también como el hermano mayor de la parábola y querríamos un poco más de justicia para los que se alejaron un día y después vuelven a casa. No acabamos de entender la misericordia de Dios. No acabamos de experimentar nuestra filiación y la plenitud de vida que ella comporta. No vivimos con alegría en la casa del padre.
 Ojalá actuáramos como un hipotético tercer hijo, que no sale en la parábola, pero que sería un hijo que, participando de los sentimientos del padre, salía en busca de su hermano para ayudarlo a volver a casa. Y, cuando el hijo menor volvía, se alegraba con el padre y gozaba de la fraternidad familiar.
 En realidad, este tercer hijo no es hipotético. Es real. Es el autor de la parábola. En efecto, Jesucristo es el hermano mayor que vino al mundo para retornar a Dios Padre a sus hermanos que andábamos lejos de la casa y el amor del Padre. Y así él es el primero entre una multitud de hermanos.
 Jesucristo es el tercer hijo de la parábola del Padre misericordioso que, en sus palabras y en sus obras, es el reflejo perfecto de la bondad entrañable de nuestro Dios. Buena muestra de ello es el evangelio que meditamos en este domingo quinto de Cuaresma. En el episodio de la mujer adúltera y en especial en las palabras de Jesús "el que esté sin pecado, que le tire la primera piedra" -una de las sentencias más populares y más citadas del evangelio- queda patente que él viene a renovarlo todo con la fuerza del amor misericordioso y entrañable del Padre.
 Jesucristo actúa como el tercer hijo de la parábola hasta el fin de los tiempos, cuando ponga todas las cosas en manos del Padre, a fin de que éste sea "todo en todos". Me es grato concluir este comentario con la buena noticia de que hoy ordenaré un nuevo sacerdote de la diócesis, mossèn Marc Aceituno, que ha hecho su etapa diaconal en la parroquia de La Garriga. A la luz de lo dicho, demos gracias a Dios por este nuevo sacerdote y porque el Señor ha querido que unos hombres, llamados por él, fueran los que prolongaran su ministerio de reconciliación y de perdón.

+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa