Elogio de la discreción
En este cuarto domingo de Adviento quiero dedicar la carta dominical a san José. El evangelio de hoy narra cómo sucedió el nacimiento de Jesús desde la perspectiva de san José. Él era el prometido de María, la cual «antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo» (Mt 1, 18). Esta será una prueba muy difícil para José, una situación sumamente comprometida para su misma fe. Está prometido con María, pero antes de vivir con ella, descubre una misteriosa maternidad que lo deja absolutamente confuso y desconcertado. Lógicamente, busca una solución a aquel problema que le desborda, una salida para una situación tan difícil y compleja. El evangelista Mateo subraya que, «como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado» (Mt 1,19).
Un ángel del Señor le hizo comprender en sueños que aquello que sucedía en María era obra del Espíritu Santo. La respuesta de José será confiar en Dios y seguir las indicaciones del ángel, acogiendo a María y poniendo al Niño el nombre de Jesús tal y como se le había indicado. Por encima de todo, confía en Dios. Confiar en Dios no significa verlo todo claro según nuestros esquemas y criterios, ni tampoco realizar lo que hemos proyectado con diligencia; confiarse a Dios quiere decir olvidarse y renunciar a sí mismo, conformar la propia voluntad a la de Dios y seguir adelante en el camino; significa ponerse totalmente en las manos de Dios y afrontar el futuro con coraje y esperanza.
María llevó a cabo su peregrinación de fe, y lo mismo podemos decir de José. Él también vive la bienaventuranza de la fe, y es feliz porque ha confiado en que Dios cumple sus promesas. A él le correspondió la misión de ser el depositario del misterio escondido en Dios, como a María. San Juan Pablo II destaca que el camino de la fe de José sigue la misma dirección que el de María. El matrimonio con María es el fundamento jurídico de la paternidad de José. Dios elige a José como esposo de María para asegurar la protección paterna a Jesús. José servirá a la persona y a la misión de Jesús mediante el ejercicio de su paternidad; de este modo, llevará a cabo una colaboración, humilde y discreta, pero fundamental, en el misterio de la redención.
San José permaneció fiel a la llamada de Dios a lo largo de su vida, hasta el final. Desde el momento de la Anunciación, será el custodio legítimo y natural, cabeza y defensor de la Sagrada Familia. Aunque estaba decidido a retirarse para no obstaculizar el plan de Dios que se estaba realizando en María, cuando recibe la indicación del ángel, la acoge, y respeta su pertenencia exclusiva a Dios. Es el estilo que le caracteriza en toda la existencia, tanto antes de encontrarse frente al misterio de la acción de Dios en su esposa, como en los demás momentos de su vida.
Los Evangelios de hecho no recogen ninguna palabra de José. Él lleva a cabo su actividad en el silencio, el respeto y la máxima discreción. Pero el silencio de José posee una especial elocuencia, su presencia es eficaz, y fructífera, es su fidelidad hasta el final. En la noche santa de la Natividad está presente José en Belén, con María y el Niño Jesús. El Padre Celestial le confió una misión única e incomparable. Y José cumplió magníficamente su misión en el silencio y la humildad, con responsabilidad y discreción.
Dentro de tres días celebraremos la Navidad. Que san José nos ayude a contemplar este misterio inefable con la capacidad de admiración, de contemplación, de fidelidad y de compromiso que él tuvo.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa