El evangelio de este tercer domingo de Adviento nos presenta la respuesta de Juan el Bautista cuando algunos le preguntan sobre su identidad. Entre otras cosas les contesta: "En medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia" (Jn 1,26). Adviento significa venida, la venida del Señor. Conmemoraremos en Navidad su primera venida, el inicio de su venida, pero de hecho El no nos ha dejado nunca. Se hizo presente con la Encarnación, nació de María Virgen, y vivió entre los hombres como uno de tantos. Se ha quedado entre nosotros en diferentes presencias. Está en medio de nosotros, con nosotros, pero muchos no le conocen, y aparentemente parece que no tienen interés por conocerlo. ¿Cómo es posible este desconocimiento y esta falta de interés?
El ser humano ha sido creado por Dios y está llamado a vivir en relación con Dios y sólo desde la vivencia de esa relación puede saciar su sed de trascendencia. La Constitución pastoral Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II nos lo recuerda con plena actualidad: "La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador."
En todo tiempo y lugar el ser humano ha buscado el sentido de las cosas y sobre todo el sentido de su existencia. Las preguntas fundamentales sobre la propia identidad, sobre el origen y el final de la vida, sobre el mal y la enfermedad, sobre la muerte y el más allá, están presentes tarde o temprano en la vida de cada persona. Los avances de la ciencia y de la técnica nos han procurado un bienestar inimaginable hace sólo unas décadas, pero a la vez constatamos que se dan altos índices de insatisfacción, de vacío, de falta de sentido. Y cada vez encontramos más personas que se preguntan por qué no son felices teniéndolo todo.
La existencia humana es como un camino de crecimiento y maduración. A lo largo de este camino experimentamos todas las grandezas y también todas las limitaciones de la vida humana: la contingencia, el dolor, la enfermedad, la soledad, la pérdida de sentido y de esperanza. Así debía sucederle a la mujer samaritana que se encuentra con Jesús en el pozo de Jacob (cf. Jn 4); ese día, sin embargo, se encuentra con un hombre que le revela toda la verdad, que le ofrece el don de Dios. Este episodio dibuja el itinerario de encuentro y de fe que en definitiva todo ser humano está llamado a recorrer. Pero este no es un hecho lejano del pasado, que nada tiene que ver con nosotros. Jesús sigue ofreciendo la fe y el amor a los hombres y mujeres de hoy. Es preciso disponerse al encuentro con El.
"En medio de vosotros hay uno al que no conocéis". Hay contemporáneos nuestros que quizá no lo conocen pero son personas honestas, coherentes, que buscan la verdad, que procuran hacer el bien. No me cabe la menor duda que tarde o temprano en su vida se encontrarán con Dios, se encontrarán con Cristo. Porque El es la Verdad y el Bien, y quien busca la verdad y el bien busca a Dios, y si es consecuente en su vida, se encuentra con Dios. Estas personas están cerca de Dios y, sobre todo, Dios está presente en su vida.
En medio de nosotros hay uno al que muchos no conocen y otros conocemos de modo insuficiente. Estemos atentos al paso de Dios por la vida, estemos atentos a la venida, a la presencia de Cristo.
+Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa