ENCONTRAR, ADORAR Y TESTIMONIAR.

La semana pasada comenté el tema que se iba a trabajar durante la XX Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que se clausura hoy en Colonia. Este tema es: "Hemos venido a  adorarlo". Es la afirmación  que hacen  los Reyes de Oriente en Jerusalén, después de preguntar por el Mesías. Durante esta semana hemos procurado vivir el itinerario espiritual que nos llevara al encuentro con el Señor, a adorarlo, a ofrecerle lo mejor de nuestra vida, y ahora debemos dar testimonio de su presencia en nuestra vida, en la Iglesia y en el mundo. Llevar a los demás aquella máxima de santo Domingo de Guzmán: "Contemplata aliis tradere" (Lo que hemos contemplado, comunicarlo a los demás). O sea, ser testigos del amor en medio del mundo.

Adorar a Dios, adorar a Cristo significa reconocerlo como el centro de la vida, como el fundamento de la vida, como la Vida que da sentido a mi vida. Significa superar toda tentación de colocar en ese lugar a otros u otras cosas, porque sería caer en la idolatría. Ningún ídolo humano, ningún ídolo de poder, de placer o de riqueza puede ocupar el lugar que sólo corresponde a Dios.

El encuentro con Cristo, la unión con Él, la vida cristiana vivida con intensidad y con pasión suscita un estilo evangelizador, testimonial, convencido y convincente, que dimana de este principio elemental: quien ha encontrado a Cristo, y ese encuentro ha cambiado su vida, no puede reservarse esa alegría y ese tesoro para sí mismo, porque sería un planteamiento egoísta y porque es psicológicamente imposible. El gozo del encuentro con el tesoro que cambia la vida nos impulsa a compartirlo con los demás. Así lo expresa Jesús en el Evangelio. Y de esto yo mismo soy testigos en innumerables casos de jóvenes de hoy.

La JMJ no tendría mucho sentido si se redujera a los actos de la semana de su celebración. Lo más importante es cuidar con esmero los tres tiempos de que consta: una preparación espiritual en cada país y en cada diócesis, aspecto que se ha de cuidar con esmero. Después la realización del encuentro. Y finalmente, pero no en último lugar, la continuidad, la proyección de lo que allí se vive. A partir de mañana, volvemos a nuestros países, a nuestras diócesis, a nuestras parroquias y movimientos, a nuestro grupo de fe. Pero hemos compartido esa fe con cientos de miles de jóvenes de todo el mundo. Hemos vivido que no estamos solos, ni en decadencia, ni somos una especie en extinción. La Iglesia católica es la institución que más jóvenes reúne, lo he dicho en repetidas ocasiones. No como ostentación, sino como constatación ante quienes insisten en las dificultades de la Iglesia con los jóvenes.

Ahora retornan los jóvenes de Colonia a países bien diferentes. Hay todavía países en Asia o en África en los que los cristianos son perseguidos a causa de su fe. En otros continentes de antigua cristiandad, pero de fuerte secularización, los cristianos son ridiculizados en ciertos ambientes. Sin duda, el encuentro de estos días ha fortalecido la fe y la dimensión testimonial de todos estos jóvenes que han compartido la alegría de la fe, el gozo del amor de Dios, la fuerza de vivir en familia, en Iglesia. Estos jóvenes que, después de la muerte de Juan Pablo II, creador de las JMJ, se han reunido por vez primera con su sucesor, el Papa Benedicto XVI, han escuchado su mensaje en su país natal y han celebrado con él la Eucaristía, en este año que dedicamos al sacramento que es la fuente y el culmen de la vida cristiana y el alma de todo apostolado, como enseña el Concilio Vaticano II.

Que la intercesión de Juan Pablo II, cuyo proceso de beatificación ya se ha iniciado, nos ayude a todos –en especial a los jóvenes de la JMJ- a vivir la fe con coherencia y a presentarla al mundo de hoy como una propuesta y no como una imposición, como él mismo dijo a los jóvenes en el encuentro de Cuatro Vientos.

+ Josep Àngel Saiz Menses
Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa