En nuestro primer curso de vida diocesana, hemos instaurado en la catedral la Escola de Pregària con los jóvenes. En la primera sesión ya les indiqué que el obispo es quien convocaba a todos los jóvenes, de parroquias, movimientos, colegios, grupos de fe, etc., pero que, en definitiva, era el Señor quien nos convocaba a todos; que, como el mismo nombre de la iniciativa indica, íbamos a aprender a orar, porque en la oración siempre tenemos algo que aprender; que el Espíritu Santo era el maestro interior que nos debía guiar; que María era la madre que nos congregaba y que nos encontrábamos allí como Iglesia.
Como todo es perfeccionable, hemos ido ajustando aspectos y mejorando, y aún habremos de seguir mejorando muchas cosas, pero estoy muy satisfecho porque el clima es ciertamente de oración, muy centrado en la escucha de la Palabra de Dios, y también porque se hace atractiva para los jóvenes, a través de las temáticas elegidas, la animación de cantos y los elementos simbólicos que se van combinando con todo lo anterior.
La última sesión de este curso tuvo lugar el jueves 30 de junio, y en ella se procedió al envío de los jóvenes que en agosto participarán en la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia. La pastoral de la juventud es un reto para la Iglesia de hoy y para la Iglesia de siempre. Por un lado, depositamos muchas expectativas en los jóvenes, esperamos mucho de ellos y hemos de ayudarlos a alcanzar esas expectativas. Por otro lado, nos hemos de preguntar sobre las expectativas de los jóvenes e intentar darles respuesta.
Del 15 al 21 de agosto se celebrará en Colonia la XX Jornada Mundial de la Juventud. Cientos de miles de jóvenes de todo el mundo participarán en ella. Jóvenes diferentes en muchos aspectos, católicos la mayoría pero no en su totalidad, unos que creen y otros que buscan la fe. En el fondo de sus vidas, en lo más profundo de su corazón, los jóvenes participantes en este encuentro, que provienen de los cinco continentes, así como sus coetáneos de los diferentes lugares y condiciones, coinciden en los anhelos más profundos del corazón humano, que tan bellamente describe san Agustín en el libro de sus Confesiones: buscan ser felices, buscan un sentido en sus vidas.
Tengo la impresión de que los jóvenes actuales están menos ideologizados que en otros tiempos y tienen menos prejuicios. Están abiertos de corazón a las causas nobles y abren también el corazón a Dios. Solidarios y generosos, inquietos y divertidos, buscando sentido a sus vidas, ya sea entre la abundancia y bienestar del Primer Mundo, ya sea entre la pobreza y la injusticia del Tercer Mundo, por citar algunas situaciones. Por todo ello, y porque les gusta disfrutar de las grandes concentraciones, se encuentran a gusto y participan en la Jornada.
La Jornada Mundial de la Juventud es encuentro, es comunión, es reflexión y es celebración festiva de la fe. Es una ocasión única para ensanchar horizontes, para el enriquecimiento personal a partir del encuentro con otras personas de todo el mundo. Una experiencia de globalización positiva. En definitiva, una experiencia de la universalidad de la Iglesia. Una vivencia del gozo de la fe y de la fuerza de compartir esa fe con tantos otros jóvenes de todo el mundo. Como obispo responsable del Departamento de Juventud de la Conferencia Episcopal Española, participaré en la Jornada e impartiré dos catequesis. Pero no me conformaré con hablar a los jóvenes. Voy con el propósito decidido de escuchar mucho a los jóvenes, porque estoy convencido de que tienen muchas cosas que decirnos.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa