Llega un año más la campaña contra el hambre que organiza Manos Unidas, una ONG de Desarrollo de la Iglesia Católica en España, que trabaja para dar respuesta a las causas y problemas que provocan el hambre en el mundo. Para Manos Unidas, la solución del problema del hambre en el mundo pasa por acompañar a los más pobres y reforzar el derecho a la alimentación de los pequeños productores, contribuir al cambio hacia unos sistemas alimentarios más justos y educar para una vida solidaria y sostenible.
En pleno siglo XXI, en tiempos de globalización y nuevas tecnologías, de unos avances técnicos impensables hace unos pocos años, la pobreza sigue siendo una lacra en nuestro mundo. Actualmente el planeta Tierra alberga 7.515.284.000 habitantes. De éstos, unos 795 millones, están subalimentados. La ONU y otras organizaciones internacionales se propusieron el objetivo de acabar con la pobreza para el año 2030, pero al paso que vamos, si no se actúa con mayor firmeza y efectividad, el objetivo de acabar con el hambre en el mundo y con la pobreza extrema está lejos de cumplirse.
Según los informes que presentan distintas organizaciones humanitarias, el 1% de la población mundial posee más riqueza que el 99% restante. Señalan también que las 62 personas más ricas del mundo poseen tanta riqueza como la mitad de la población con menos recursos, unos 3.600 millones de personas. Asimismo afirman que la riqueza de ese grupo de megaricos se ha incrementado un 44% desde 2010, mientras que la del 50% de la población ha descendido un 41%. ¿Cómo se puede combatir esa desigualdad? Sin duda desde diferentes frentes: por un lado, es preciso detener la evasión fiscal; también se necesita un aumento de la inversión en servicios públicos; por último, es de justicia elemental que se aumenten los ingresos de la población que menos percibe. Se calcula que en África el 30% de la riqueza financiera está en paraísos fiscales.
El hambre, al que deben enfrentarse cada día 795 millones de personas, no es una fatalidad a la que una parte de la humanidad esté predestinada sin remedio; es simplemente el resultado de la injusticia. Es consecuencia de la violación del derecho fundamental de toda persona a disponer de alimentos en cantidad y calidad suficiente que le permitan vivir una vida digna y saludable. En un mundo donde la producción agrícola podría ser suficiente para alimentar al doble de la población mundial actual, constituye un escándalo que perduren las causas que provocan el hambre: políticas comerciales injustas, pobreza, discriminación de la mujer, violencia y conflictos armados, pandemias, etc.
El papa Francisco nos recuerda (cf. Evangelii Gaudium nn. 186-216) que nuestro compromiso con estos hermanos comporta programas y acciones de asistencia y promoción, de denuncia y cambio de estructuras. Es preciso luchar contra el hambre, la deficiente nutrición, la miseria, la enfermedad, el subdesarrollo y la falta de instrucción. Es preciso erradicar las causas estructurales que producen todos esos males: la injusticia, el desigual reparto de los bienes y las oportunidades entre las personas y los pueblos, los prejuicios, la insolidaridad, la indiferencia. Es preciso luchar contra la ignorancia y por un rearme de valores humanos y cristianos en nuestro mundo. También hemos de velar por su atención espiritual, una atención religiosa prioritaria para que recuperen plenamente su dignidad de hijos de Dios.
Seamos generosos. Recordemos las palabras de Jesús: « En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40).
+ Josep Àngel Saiz Meneses Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa