¡Escuchemos a los profetas!

La Palabra de Dios siemprees luz que ilumina nuestra pobre realidad, a menudo  compleja y ambigua, especialmente en estos tiempos de crisis económica y de sufrimiento para tantas personas. Debo decir que no tengo nada contra el clima de fiesta que antecede y acompaña las fiestas navideñas. Pero, con toda humildad, he de decir que una fiesta cristiana para nosotros no puede reducirse a una simple fiesta consumista. Hay una alegría, austera y solidaria, de la fe, que es la que deseo para mis diocesanos y para mí. Deseo una fiesta, pero no al precio del consumismo.

 

Os invito a preguntarnos en qué y en quiénes ponemos nuestra esperanza. Los profetas son maestros en distinguir los signos y las huellas de la presencia activa y liberadora de Dios en la historia humana. Por esto me atrevo a pediros que escuchemos a los profetas.

 

Los signos de la presencia de Dios son signos de vida y de humanización; devuelven a las personas su dignidad personal, social y religiosa; proceden del amor tierno y misericordioso de Dios. De este amor, para nuestra sociedad de hoy, es un testigo privilegiado nuestro buen papa Francisco. Es un tan buen portavoz de la misericordia de Dios, que no ha dudado en confesar en público que leía, y con mucho provecho, un libro del cardenal Walter Kasper sobre el tema. Este reconocido teólogo, que ha estado recientemente entre nosotros, nos ha ofrecido un precioso estudio sobre el Dios misericordioso en el Antiguo y en el Nuevo Testamento.

 

El Papa Francisco es hoy un profeta de la misericordia de Dios. Pero, en el clima de Adviento, pienso también que nos ayudan dos profetas bíblicos. Uno es Isaías. Su lectura de hoy es capaz de emocionarnos hasta las lágrimas, en estos tiempos de crisis. ¡Que gran poeta, además de profeta, era Isaías, como nos demostró la tesis doctoral del padre Alonso Schökel!

¡Cómo necesitamos oír hoy, en esta hora de cruz para tantas personas sus expresiones de esperanza y de vida! “El desierto y el yermo se regocijarán,/ se alegrarán el páramo y la estepa/, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría!” El ambiente que describe Isaías ya no es de derrota sino de alegría esperanzada: “Vendrán a Sión con cánticos:/ en cabeza, alegría perpetua;/ siguiéndolos, gozo y alegría”. El poema se convierte en un símbolo del camino de Adviento.

 

En medio de las sequedades y los peligros del desierto, la figura de Juan Bautista, elogiada por Cristo en el Evangelio de este domingo, nos invita a su vez a ser solidarios, a compartir, a “fortalecer las manos débiles/ y a robustecer las rodillas vacilantes/, a decir a decir a los cobardes de corazón:/ ‘Sed fuertes, no temáis/ mirad a vuestro Dios,/ que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará”.

 

            Esta es la “pequeña y fuerte” esperanza del Adviento: alcanzar a ver “la gloria del Señor/ y la belleza de nuestro Dios”, reflejada en el rostro de Jesucristo.

 

            Ante la Navidad, os invito a ser sobrios, alegres y solidarios. Deseo hacer llegar mi anticipada y agradecida alegría de la Navidad, a todos cuantos dan muestras de una solidaridad afectiva y efectiva, por medio de las Cáritas y de tantas obras similares que trabajan ejemplarmente en nuestra diócesis a favor de los más necesitados.

 

 

+ Josep Àngel Saiz Meneses

 

Obispo de Terrassa 

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa