Dentro del viaje que el Papa Francisco va a realizar este mes de septiembre a Estados Unidos, el día 23 canonizará al misionero Franciscano Junípero Serra, que ya fue beatificado por san Juan Pablo II el 25 de septiembre de 1988. La ceremonia tendrá lugar en Washington, en la basílica del santuario nacional de la Inmaculada Concepción.
El Papa ha querido reconocer así la gran tarea evangelizadora que realizó este franciscano mallorquín en la costa oeste de los Estados Unidos. Con toda razón ha sido calificado como el evangelizador de California. Ya el pasado 2 de mayo, el papa Francisco celebró una misa en el Pontificio Colegio Norteamericano de Roma dentro de una jornada de reflexión dedicada a recordar a este beato franciscano nacido en Petra (Mallorca) en 1713 y fundador de un rosario de misiones en la Alta California. Estas misiones con el tiempo crecerían para convertirse en importantes ciudades como Los Ángeles, San Francisco, San Diego o Sacramento.
Como un signo del reconocimiento que tiene en Estados Unidos la figura de este mallorquín baste decir que es el único europeo que tiene una estatua en el Capitolio norteamericano, en representación del estado de California. Aunque su labor misionera haya recibido algunas críticas, primero la beatificación y después la próxima canonización significan que la Iglesia reconoce la santidad personal y la labor evangelizadora de Junípero Serra.
Fray Junípero después de doctorarse en Filosofía en su isla natal, sintió muy pronto la llamada misionera del nuevo mundo. En las misiones que fundó cristianizaba y a la vez enseñaba a los indígenas agricultura y ganadería. Después de la expulsión de los jesuitas que actuaban en la entonces llamada Nueva España, el mallorquín recibe la orden de ponerse al frente de un grupo de 16 misioneros destinado a atener la población indígena y europea primero de la Baja y después de la Alta California. La primera fundación española fue la misión de San Diego de Alcalá, seguida por nueve misiones más impulsadas por Serra.
Junípero Serra murió en 1784 en la misión de San Carlos Borromeo, en Monterrey, California. En la basílica de esta misión descansan sus restos mortales. En la última etapa de su vida su trabajo fue enorme, pues en la Alta California creó 24 misiones. Su secreto –como se ha escrito- fue “poner a raya a soldados, colonos y autoridades políticas”. Una tarea no fácil, en la que tuvo que poner a prueba su sentido de la justicia y de los derechos humanos y su amor a las lenguas indígenas, que aprendió y a las que tradujo el catecismo.
Muy joven, había entrado en los franciscanos y sacrificando una vocación intelectual y universitaria –era un religioso ilustrado- sintió la vocación misionera, que afrontó a pesar de toda las ambigüedades que la acompañaban en la etapa de la colonización. Al elevarlo a los altares, el papa Francisco nos invita a ser evangelizadores también en el presente, a la vez que hace un reconocimiento a los valores de la comunidad hispanoparlante y latinoamericana, cada vez más numerosa e influyente en los Estados Unidos.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa