Quiero empezar mi escrito semanal con una anécdota. Cuando la Pontificia Academia de Ciencias Sociales envió al Papa Francisco una carta de agradecimiento por una audiencia que les había concedido, preguntándole también si deseaba que este organismo de la Santa Sede estudiase algún tema en concreto, no imaginaban la prontitud con la que llegaría la respuesta. Redactada a mano, en el mismo sobre del envío, el Papa respondió: “Marcelo: Creo que sería bueno tratar sobre la trata de persona y la esclavitud moderna. La trata de órganos puede tratarse en conexión con la trata de personas. Muchas gracias, Francisco”. Así, en castellano, transmitió el Pontífice el encargo a su compatriota Marcelo Sánchez Sorondo, que explicó esta anécdota en una reciente visita a Barcelona.
“El tráfico de personas es el mayor negocio de la globalización”, declaró también. Los especialistas de las Naciones Unidas y de la Unión Europea estiman que actualmente sufren esta situación 30 millones de seres humanos, y que cada año esta cantidad se incrementa en dos millones más. Y esto es sólo la punta del iceberg. El 80 por ciento de estas personas suelen acabar dentro del mundo de la prostitución y el 20 por ciento restante en el trabajo forzado.
En noviembre del año pasado, las Pontificias Academias de Ciencias y de Ciencias Sociales organizaron una conferencia en Roma para expertos a la que participaron un centenar de asociaciones que trabajan en este ámbito. Y concluyeron que el tráfico de personas es una forma de esclavitud moderna que la globalización posibilita y que, desde el punto de vista antropológico, es un crimen contra la humanidad, que debería ser tipificado internacionalmente como tal.
Monseñor Sánchez Sorondo, llevando adelante el encargo del Papa Francisco, aspira a consolidar un pacto de las principales religiones del mundo contra la trata de personas. En las jornadas del pasado noviembre participaron diversas confesiones cristianas, y se ha unido al proyecto el gran imán de la Universidad Al-Azhar de Egipto, que es una de las máximas instituciones de referencia dentro del mundo islámico. Por eso es importante que se trate de un acuerdo dinámico, que espera la adhesión de otros grupos religiosos o sociales.
Esta nueva forma de esclavitud, en pleno siglo XXI, es gravísima y constituye un escándalo que se debe denunciar. Países ricos en los que se vehiculan actividades degradantes a costa de personas de los países más pobres, siempre a costa de los más pobres y desfavorecidos. Es necesario reaccionar en todos los niveles y estamentos, comenzando por la acción legislativa y la intervención policial que han de ser coordinadas y eficaces. Es preciso también que muchas voces secunden en todos los ámbitos las denuncias valientes del Papa Francisco.
Sin duda son problemas difíciles de solucionar por su gran complejidad y por tantos intereses como entran en juego. Pero nosotros, como seres humanos y más aún, como creyentes, no podemos cruzarnos de brazos ante esta situación; hemos de colaborar con nuestra oración, con las actuaciones concretas que estén a nuestro alcance, y también con nuestra denuncia en aquellos foros a los que tengamos acceso, de modo que la sociedad tenga una mayor conciencia de esta lacra, y se llegue a abolir esta nueva forma de esclavitud.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa