El pasado día 9 de abril el Papa Francisco nos obsequió con una nueva Exhortación Apostólica -Gaudete et exsultate- (alegraos y regocijaos), que trata sobre la llamada a la santidad en el mundo actual. Es su tercera exhortación apostólica, después de Evangelii gaudium y de Amoris laetitia, y la ofrece justo al cumplir 5 años de su pontificado. En la introducción explica que el Señor “nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada”. Avisa también de que no se trata de un tratado exhaustivo sobre la santidad, sino que su objetivo es hacer resonar una vez más la llamada a la perfección, una llamada que se ha de encarnar en el contexto actual, con los riesgos, desafíos y oportunidades del mundo de hoy. Dedicaré dos cartas a esta exhortación.
En el primer capítulo el Santo Padre subraya que el objetivo de esta Exhortación es recordarnos vivamente la llamada a la santidad que el Señor hace a cada uno de nosotros, expresada ya en el Antiguo Testamento: «Sed santos, porque yo soy santo» (Lv 11,45), y que Jesús expresa como culminación del Sermón de la montaña: “Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48). Recoge también la tradición de la historia de la Iglesia y de las nuevas realidades que surgieron en el siglo XX, y que subrayó con fuerza el Concilio Vaticano II: “Todos los fieles, cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre” (LG 11).
El Papa sigue la estela de sus predecesores y nos ofrece pautas concretas para responder a esa llamada en el momento presente. Refuerza la idea de que cada uno ha de vivir ese proceso “por su camino”, sin desalentarse al contemplar modelos que parecen inalcanzables. Cada persona ha de encontrar su propio camino y, con la gracia de Dios, hacer fructificar los dones que ha recibido, porque cada ser humano es único e irrepetible, amado por Dios desde la eternidad. Por eso cada santo es un proyecto del Padre para encarnar y transmitir los diferentes aspectos del Evangelio en cada tiempo y lugar. Ahora bien, hay que estar atentos a lo que el Papa llama “dos falsificaciones de la santidad” que podrían desviarnos: el gnosticismo y el pelagianismo, dos formas de falsa seguridad apoyada en la doctrina o en la disciplina, que desembocan en el narcisismo egocéntrico, en las que no importan ni las demás personas ni nuestro Señor.
El capítulo central es el tercero, en el que señala que las Bienaventuranzas son como el carnet de identidad del cristiano, el camino para llegar a la santidad. Es más, dice que la palabra «feliz» o «bienaventurado», viene a ser sinónimo de «santo», porque expresa que la persona que es fiel a Dios y vive su Palabra alcanza, en la entrega de sí, la verdadera felicidad. A partir de la bienaventuranza de la misericordia, destaca que el gran protocolo sobre el cual seremos juzgados está enunciado en el capítulo 25 de san Mateo: “Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”. Se trata de vivir las bienaventuranzas y de poner en práctica las obras de misericordia, algo que sólo es posible desde una relación personal con Dios que llena toda la existencia; algo que sólo se alcanza si el Espíritu Santo transforma nuestro corazón y nos libera del egoísmo y del orgullo.
+ Josep Àngel Saiz Meneses Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa