El próximo domingo, día 13 de noviembre, celebraremos la Jornada de Germanor. Ya no será la primera ocasión. En cambio, tenemos la experiencia de este primer año, que ha sido muy intenso y nos ha enriquecido mucho. Muchas personas de toda condición me preguntan: "¿Cómo va el nuevo obispado?"
En mi respuesta, acostumbro a decir que tenemos carencias materiales importantes, pero que la diócesis está bastante cohesionada, que vamos poniendo los fundamentos y, sobre todo, que tenemos mucha esperanza, mucha ilusión y que afrontamos el futuro con mucha confianza en Dios y en las personas con las que caminamos juntos en esta aventura diocesana.
Germanor significa afecto, unión fraternal, camino compartido. El nuestro es el camino de una Iglesia local que está llamada a ser sal y luz, fermento en la sociedad actual y que, en sus inicios, ha de crecer en muchos aspectos, y sobre todo en autoconciencia diocesana. Me parece oportuno recordar la definición que nos da el Concilio Vaticano II: "La diócesis es una porción del pueblo de Dios, que se confía al obispo para ser apacentada con la cooperación del colegio de presbíteros, de suerte que, adherida a su pastor y reunida por él en el Espíritu Santo por medio del Evangelio y la Eucaristía, constituya una Iglesia particular, en la que se encuentra y opera verdaderamente la Iglesia de Cristo, que es una, santa, católica y apostólica" (Christus Dominus,11).
Durante este primer año, he podido constatar en las diversas ciudades y pueblos que los fieles aman mucho a sus sacerdotes y a sus parroquias, y que tienen también un gran aprecio por la vida consagrada y por los movimientos de los que muchos de ellos forman parte. Y a la vez son conscientes de que forman parte de la Iglesia universal.
Permitidme recordar ahora que hemos de amar de manera especial nuestra diócesis, que hemos de ser muy conscientes de la realidad diocesana, sentirnos miembros de ella en comunión y en corresponsabilidad, porque entre todos la construimos, cada cual desde su función y desde su carisma. Hemos de sentirnos Iglesia, defenderla, reconocer sus carencias y trabajar para que sea sacramento de salvación y para que, en Cristo, sea luz y calor para las personas en el momento presente. Seguramente podemos encontrar en ella cosas que no nos gustan, incluso cosas que la perjudican y que nos escandalizan. A menudo recuerdo aquella sentencia, tan sabia, que el beato Juan XXIII llevaba a su oración, cuando pedía al Señor estas tres cosas: firmeza para cambiar lo que hay que cambiar y se puede cambiar, paciencia ante lo que no se puede cambiar –por lo menos de momento- e inteligencia para saber distinguir lo primero de lo segundo.
Por nuestra parte, miramos de hacer las cosas tan bien como podemos, desde la tolerancia y el respeto, desde la verdad y el bien, desde la solidaridad y la colaboración. Y con el fin de poder llevar a cabo nuestra acción pastoral, y porque "todos somos Iglesia", me atrevo a pediros plegaria y reflexión, colaboración personal y también económica. Porque nos queda mucho por hacer al servicio de la Iglesia y de la sociedad. En definitiva, al servicio de las personas concretas. Para hacer todo esto, necesitamos confianza y generosidad. Mirando el camino recorrido durante este primer año y ante la jornada del próximo domingo, os doy las gracias a todos y a todas. Y que Dios nos ayude a seguir haciendo camino.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
En mi respuesta, acostumbro a decir que tenemos carencias materiales importantes, pero que la diócesis está bastante cohesionada, que vamos poniendo los fundamentos y, sobre todo, que tenemos mucha esperanza, mucha ilusión y que afrontamos el futuro con mucha confianza en Dios y en las personas con las que caminamos juntos en esta aventura diocesana.
Germanor significa afecto, unión fraternal, camino compartido. El nuestro es el camino de una Iglesia local que está llamada a ser sal y luz, fermento en la sociedad actual y que, en sus inicios, ha de crecer en muchos aspectos, y sobre todo en autoconciencia diocesana. Me parece oportuno recordar la definición que nos da el Concilio Vaticano II: "La diócesis es una porción del pueblo de Dios, que se confía al obispo para ser apacentada con la cooperación del colegio de presbíteros, de suerte que, adherida a su pastor y reunida por él en el Espíritu Santo por medio del Evangelio y la Eucaristía, constituya una Iglesia particular, en la que se encuentra y opera verdaderamente la Iglesia de Cristo, que es una, santa, católica y apostólica" (Christus Dominus,11).
Durante este primer año, he podido constatar en las diversas ciudades y pueblos que los fieles aman mucho a sus sacerdotes y a sus parroquias, y que tienen también un gran aprecio por la vida consagrada y por los movimientos de los que muchos de ellos forman parte. Y a la vez son conscientes de que forman parte de la Iglesia universal.
Permitidme recordar ahora que hemos de amar de manera especial nuestra diócesis, que hemos de ser muy conscientes de la realidad diocesana, sentirnos miembros de ella en comunión y en corresponsabilidad, porque entre todos la construimos, cada cual desde su función y desde su carisma. Hemos de sentirnos Iglesia, defenderla, reconocer sus carencias y trabajar para que sea sacramento de salvación y para que, en Cristo, sea luz y calor para las personas en el momento presente. Seguramente podemos encontrar en ella cosas que no nos gustan, incluso cosas que la perjudican y que nos escandalizan. A menudo recuerdo aquella sentencia, tan sabia, que el beato Juan XXIII llevaba a su oración, cuando pedía al Señor estas tres cosas: firmeza para cambiar lo que hay que cambiar y se puede cambiar, paciencia ante lo que no se puede cambiar –por lo menos de momento- e inteligencia para saber distinguir lo primero de lo segundo.
Por nuestra parte, miramos de hacer las cosas tan bien como podemos, desde la tolerancia y el respeto, desde la verdad y el bien, desde la solidaridad y la colaboración. Y con el fin de poder llevar a cabo nuestra acción pastoral, y porque "todos somos Iglesia", me atrevo a pediros plegaria y reflexión, colaboración personal y también económica. Porque nos queda mucho por hacer al servicio de la Iglesia y de la sociedad. En definitiva, al servicio de las personas concretas. Para hacer todo esto, necesitamos confianza y generosidad. Mirando el camino recorrido durante este primer año y ante la jornada del próximo domingo, os doy las gracias a todos y a todas. Y que Dios nos ayude a seguir haciendo camino.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa