Inicio de curso en nuestro seminario.

Estos días nuestro Seminario Mayor Diocesano inicia su vida. Me parece que se trata de un hecho que tiene una dimensión eclesial y diocesana que justifica la presente comunicación a todos los diocesanos. No repetiré ahora todas las informaciones que se facilitaron a los medios informativos con motivo de la constitución de nuestro Seminario, lo que se hizo con fecha de 29 de junio de 2006, solemnidad de los apóstoles San Pedro y San Pablo.
Deseo recordar que éste era un tema presente en mis preocupaciones, pero que no ha sido una decisión personal sino que lo he hecho después de haber realizado las consultas oportunas. En concreto, a los miembros del Consejo de Gobierno, a los del Consejo Presbiteral, a los del Consejo Pastoral Diocesano – en el que también están presentes los religiosos, las religiosas y los laicos, hombres y mujeres- y al Colegio de Arciprestes. El proceso seguido también ha tenido en cuenta las peticiones que hemos recibido durante estos dos primeros años de vida diocesana, tanto por parte de sacerdotes, como de religiosos y laicos, sobre la conveniencia e incluso la necesidad de constituir nuestro Seminario. En todas las consultas realizadas las opiniones fueron ampliamente favorables a su creación.
Se produjo, después, una circunstancia providencial que nos ha permitido avanzar en la realización de nuestro proyecto. La comunidad de monjas sanjuanistas del monasterio de Valldoreix decidió trasladarse al monasterio de Salinas (Álava) y nos propuso cedernos, mediante una aportación simbólica, el edificio del cenobio para ubicar allí el Seminario Mayor Diocesano. Este hecho inesperado es el que ha hecho posible que ahora iniciemos el primer curso. Se dice a menudo que el Seminario es el corazón de una diócesis y que su buen funcionamiento y su vida  han de ser la primera preocupación del obispo diocesano. Y puedo decir que esto lo siento vivamente en mi conciencia.
El derecho eclesiástico también dice “que en cada diócesis haya un seminario mayor, en tanto que esto sea posible y conveniente” (canon 237). Y el directorio para el ministerio pastoral de los obispos lo afirma todavía de una manera más explícita y exigente: “El obispo ha de insistir de manera decidida y con convicción sobre la necesidad del seminario mayor como instrumento privilegiado para la formación sacerdotal y ha de trabajar para que la diócesis tenga un seminario mayor propio, como expresión de la pastoral vocacional de la Iglesia particular y al mismo tiempo como comunidad eclesial peculiar que forma a los futuros presbíteros según la imagen de Jesucristo, el buen pastor” (n. 85).
Aquí encontramos un criterio que me parece muy importante: pensar, rezar y trabajar para que la Iglesia diocesana tenga los sacerdotes necesarios para el servicio y la vitalidad de las parroquias, comunidades, movimientos y grupos de vida cristiana más diversos. Me han preguntado si los tiempos de sequía vocacional son tiempos adecuados para abrir un nuevo seminario. He contestado que soy muy consciente del clima actual de la sociedad y de la Iglesia. Pero en cualquier situación hemos de confiar en el Señor y hemos de lanzar las redes y “remar mar adentro” –que es mi lema episcopal. En este sentido, abrir nuestro seminario es un riesgo, comporta un acto de coraje y, para decirlo más cristianamente, nos pide tener una gran confianza en el Señor Jesús y en su Espíritu Santo, presente y actuante en su Iglesia.
Agradezco al Seminario de Barcelona su colaboración, sobre todo durante estos dos años en los que ha acogido a nuestros seminaristas. Agradezco la colaboración de la Facultad de Teología y de la Facultad de Filosofía de Cataluña, donde nuestros seminaristas cursarán los estudios institucionales. Y agradezco a los miembros del equipo de nuestro Seminario su aceptación y el servicio que comienzan a realizar actualmente.
Pidamos que el Señor nos bendiga y nos conceda aquellos sacerdotes que nuestra joven diócesis necesita.

+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa