Acaba el curso escolar y acaban multitud de actividades extraescolares que también funcionan siguiendo prácticamente el mismo ritmo. Este final de curso se ha visto conmocionado por algunos sucesos preocupantes en los ámbitos escolares y juveniles. ¿Qué está pasando? ¿Cómo es posible que se llegue a los extremos a que se ha llegado? ¿Qué está fallando en el sistema educativo y en las diferentes instancias educativas?
Cierto es que las disputas entre grupos juveniles o las peleas en el patio del colegio no son ninguna novedad. Como siempre, han existido y existirán roces entre los mismos hermanos, que viven en la misma casa y que tienen la misma sangre. Pero los niveles de agresividad y de violencia que se han mostrado en estos sucesos recientes significan como una especie de salto cualitativo muy preocupante para todos y exige que nos apliquemos en la búsqueda de soluciones y en el apoyo de todas las personas e instancias que trabajan en la educación. No es suficiente repetir una y otra vez que los jóvenes son el futuro de la sociedad. Hemos de creerlo a fondo y actuar en consecuencia.
Me gustaría que entre todos recuperemos una cultura de corresponsabilidad educativa, que nos apliquemos con esperanza a pesar de las limitaciones y de las dificultades objetivas. Me gustaría que, sin caer en moralinas fáciles y desde el realismo sensato analicemos estos fenómenos que tanto nos preocupan.
Lo que en ningún caso se debe hacer es criticar y quejarse de los jóvenes y tampoco culpabilizar a los protagonistas de los diversos incidentes de forma simplista y sin intentar profundizar en las causas de los hechos. Seguramente estos muchachos han crecido con déficit de referencias, en familias desestructuradas, que se dan cada vez en porcentajes más elevados. Falta una referencia clara del padre y de la madre, del núcleo familiar, del maestro de antes, que gozaba en el pueblo o en el barrio de auténtica autoridad moral.
El entorno materialista y consumista en que se mueven los lleva a la superficialidad, a la diversión inmediata, al deseo de disfrute fácil. No los estamos educando en la excelencia, en el sacrificio, en el esfuerzo. Hemos procurado que no les falte nada de lo que la generación anterior se vio privada, y se les ha dado todo sin una pedagogía adecuada que les hiciera valorar las cosas y situarse en la realidad. Al contrario, han tenido a su disposición todo lo necesario y también caprichos innumerables sin unos adultos que desde el diálogo les hicieran entender el valor de las cosas. Cuántos de estos jóvenes han tenido al televisor como principal compañero de juegos y de largas tardes.
Las generaciones jóvenes se contagian del individualismo generalizado de la sociedad que rigen los adultos, y a la vez tienen como una especie de instinto innato que los lleva a agruparse, a estar juntos. Una sociedad que se mueve entre dos tentaciones: la del individualismo y la del conformismo gregario. El estar juntos, pasar muchas horas con la peña, los ayuda a socializarse, objetivo ya importante hoy día y difícil para muchos de ellos. Pero en esas fases en que desconectan de los padres y de todo lo que signifique autoridad, marcará sus vidas la tendencia dominante del grupo del que forman parte o la influencia del líder de dicho grupo.
El espacio reducido de una carta dominical no me permite alargarme más por hoy. Pero seguiremos reflexionando sobre el tema.
+ Josep Àngel Saiz Meneses, Obispo de Terrassa
Cierto es que las disputas entre grupos juveniles o las peleas en el patio del colegio no son ninguna novedad. Como siempre, han existido y existirán roces entre los mismos hermanos, que viven en la misma casa y que tienen la misma sangre. Pero los niveles de agresividad y de violencia que se han mostrado en estos sucesos recientes significan como una especie de salto cualitativo muy preocupante para todos y exige que nos apliquemos en la búsqueda de soluciones y en el apoyo de todas las personas e instancias que trabajan en la educación. No es suficiente repetir una y otra vez que los jóvenes son el futuro de la sociedad. Hemos de creerlo a fondo y actuar en consecuencia.
Me gustaría que entre todos recuperemos una cultura de corresponsabilidad educativa, que nos apliquemos con esperanza a pesar de las limitaciones y de las dificultades objetivas. Me gustaría que, sin caer en moralinas fáciles y desde el realismo sensato analicemos estos fenómenos que tanto nos preocupan.
Lo que en ningún caso se debe hacer es criticar y quejarse de los jóvenes y tampoco culpabilizar a los protagonistas de los diversos incidentes de forma simplista y sin intentar profundizar en las causas de los hechos. Seguramente estos muchachos han crecido con déficit de referencias, en familias desestructuradas, que se dan cada vez en porcentajes más elevados. Falta una referencia clara del padre y de la madre, del núcleo familiar, del maestro de antes, que gozaba en el pueblo o en el barrio de auténtica autoridad moral.
El entorno materialista y consumista en que se mueven los lleva a la superficialidad, a la diversión inmediata, al deseo de disfrute fácil. No los estamos educando en la excelencia, en el sacrificio, en el esfuerzo. Hemos procurado que no les falte nada de lo que la generación anterior se vio privada, y se les ha dado todo sin una pedagogía adecuada que les hiciera valorar las cosas y situarse en la realidad. Al contrario, han tenido a su disposición todo lo necesario y también caprichos innumerables sin unos adultos que desde el diálogo les hicieran entender el valor de las cosas. Cuántos de estos jóvenes han tenido al televisor como principal compañero de juegos y de largas tardes.
Las generaciones jóvenes se contagian del individualismo generalizado de la sociedad que rigen los adultos, y a la vez tienen como una especie de instinto innato que los lleva a agruparse, a estar juntos. Una sociedad que se mueve entre dos tentaciones: la del individualismo y la del conformismo gregario. El estar juntos, pasar muchas horas con la peña, los ayuda a socializarse, objetivo ya importante hoy día y difícil para muchos de ellos. Pero en esas fases en que desconectan de los padres y de todo lo que signifique autoridad, marcará sus vidas la tendencia dominante del grupo del que forman parte o la influencia del líder de dicho grupo.
El espacio reducido de una carta dominical no me permite alargarme más por hoy. Pero seguiremos reflexionando sobre el tema.
+ Josep Àngel Saiz Meneses, Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa