En el evangelio de este domingo el Señor anuncia la “buena noticia” del perdón. El milagro de la curación del paralítico muestra que Jesús se manifiesta como alguien que tiene el poder de perdonar los pecados y, puesto que esta potestad está reservada a Dios, Jesús se está presentando como Dios. Jesús curará a aquel hombre de su parálisis física. Pero nos dice algo más: pone de manifiesto que la salvación que ha venido a traer es integral, que ha venido a salvar al hombre entero.
El próximo miércoles, con el rito de la imposición de la ceniza, entramos los cristianos en el tiempo de la santa Cuaresma.¿Qué nos pide este período a los cristianos de hoy? Ante todo, diría que nos pide estar bien despiertos y ser capaces de interpretar los “signos de los tiempos”.
Vivimos un momento histórico de profundas transformaciones, en una continua evolución cultural y tecnológica, en medio de una secularización aparentemente imparable, en que la dimensión religiosa tiende a ser relegada al ámbito privado. En el centro del escenario, el eclipse del sentido de Dios y del sentido último del hombre, la anestesia del sentido y de la conciencia del pecado y el consiguiente desvanecimiento de las categorías del bien y del mal.
Pues bien, aquí y ahora, los cristianos estamos llamados –en especial en el tiempo de Cuaresma- a anunciar la “buena noticia” del perdón de los pecados. Porque el pecado existe, y no se puede ignorar su realidad. Porque Jesucristo ha venido a salvarnos del pecado y de todo mal. Porque, en virtud del amor misericordioso de Dios, sabemos que, donde abundó el pecado, sobreabundará la gracia (cf. Rm 5,20).
Por esto, no dudo en recomendar la recepción, especialmente en este tiempo cuaresmal, del sacramento del perdón o de la reconciliación. Me ha impresionado que el Papa recomiende vivamente, en su reciente mensaje para la Jornada Mundial de los Enfermos, los que llama “sacramentos de curación”: la confesión y la unción de los enfermos. Ya me refería a este último en un anterior comentario.
El sacramento de la penitencia, subraya el Papa, tiene una gran importancia en el camino de la vida cristiana, ya que “toda la fuerza de la Penitencia consiste en que nos restituye a la gracia de Dios y nos une a él con profunda amistad” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1468). Por ello, la Iglesia, que ha recibido la misión de continuar el anuncio de perdón y reconciliación proclamado por Jesús, no cesa de invitar a cada persona a convertirse y a creer en el Evangelio. Es exactamente lo que nos dirá el miércoles el sacerdote al imponernos la ceniza. Miremos que el signo nos no haga olvidar el mensaje significado en el rito.
Jesús, con su vida, anuncia y hace presente la misericordia del Padre. Él no ha venido para condenar sino para perdonar y salvar, para dar esperanza incluso en la oscuridad más profunda del sufrimiento y del pecado, para dar la vida eterna. En el sacramento de la Penitencia nos acogemos a la “medicina de la confesión”. En ella –como enseñó Juan Pablo II- “la experiencia del pecado no degenera en desesperación, sino que encuentra el amor que perdona y transforma” (cf. Exhortación Reconciliatio et paenitentia, 31).
Juan Pablo II era muy consciente que el hombre de hoy necesita de la “medicina del perdón”. Por eso, se hizo el evangelizador del “Dios, rico en misericordia” –titulo de una de las encíclicas más centrales de sus enseñanzas-, del padre de la parábola evangélica (cf. Lc 15,11-32), que no cierra el corazón a ninguno de sus hijos, sino que los espera, los busca y los alcanza.
+ Josep Ángel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa