Celebramos el próximo sábado la fiesta de la Asunción de la Virgen María al cielo. En pleno verano, celebramos la Virgen de agosto. En este día muchas localidades de Cataluña –y también de nuestra diócesis- celebran su fiesta mayor. ¿Qué celebramos los cristianos en este día? Una respuesta muy breve y muy clara podría ser esta: celebramos la pascua de María. El papel de María en la historia de la salvación es inseparable de su unión con Cristo. Afirma el Concilio Vaticano II que “esta unión de María con el Hijo en la obre de la salvación se hace evidente desde la concepción virginal de Cristo hasta su muerte” (LG 57).
Esta unión también se manifiesta en su Asunción, que es como la repercusión de la victoria de Cristo sobre la muerte en su Madre. El Papa Pío XII, al proclamar en el año 1950 la asunción de María al cielo como verdad de fe, hizo una referencia muy clara a esta solidaridad del destino de María con el de Jesús. Merece la pena recordar textualmente sus palabras: “Finalmente, la Virgen Inmaculada que había sido preservada de toda mancha de pecado original, acabado el curso de su vida terrenal, fue llevada en cuerpo y alma hacia la gloria del cielo y exaltada por Dios en calidad de Reina del universo, para que tuviera una mayor semblanza con su Hijo, Señor de señores y vencedor del pecado y de la muerte”.
Esta solidaridad de María con Jesucristo es la causa de su solidaridad con la Iglesia y con el mundo. Es sabido que las Iglesias orientales hablan de la “dormición” de María, y en las Iglesias de Occidente más bien se cree que María compartió el destino de su Hijo, pasando también por la muerte. Pío XII no quiso entrar en esta cuestión y por eso utilizó la fórmula “acabado el curso de su vida terrenal”.
Sin querer entrar ahora en esta discusión, me parece muy bella una oración de la liturgia bizantina. Se trata del llamado “Tropario de la fiesta de la Dormición”, precisamente la del 15 de agosto. El catecismo de la Iglesia Católica (n. 966) lo recoge al hablar de la fiesta del próximo sábado. Dice así, dirigiéndose a Santa María: “A la hora del parto guardaste la virginidad; a la hora de la dormición no has dejado el mundo, oh Madre de Dios! Te has unido a la fuente de la Vida, tú que has concebido al Dios vivo y que, con tus oraciones, libraste nuestras almas de la muerte!”.
Este titulo, Fuente de la Vida, me parece que tiene una resonancia muy especial para los diocesanos de Terrassa, diócesis que tiene por patrona a María bajo la advocación de la Virgen de la Salud, en su santuario de la ciudad de Sabadell. Así lo recordé en mi carta pastoral “Madre de Dios y Madre nuestra”.
Por eso, quisiera recordar y rezar con los que me leéis, o escucháis estas palabras, un fragmento de la oración con la que acababa esta carta pastoral: “Oh Madre nuestra, Fuente de Salud, mediadora de todas las gracias. Tú que congregaste a los discípulos en la espera del don del Espíritu Santo, enséñanos a vivir en la Iglesia de Cristo, que peregrina en la diócesis de Terrassa. Intercede por nosotros, tus hijos para que, en comunión de fe y de caridad, anunciemos la Buena Nueva del Evangelio, y seamos en el mundo testimonios de Cristo Nuestro Señor”.
Os deseo a todos, en especial a las localidades que celebran su fiesta mayor, una buena fiesta. Y os pido que no olvidéis nunca que María asunta al cielo es punto de referencia y una invitación a la esperanza para todos nosotros, que deseamos llegar allí donde ella ya está con Cristo.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Bisbe de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa